Pedro García Cuartango-ABC

  • Francia es una nación polarizada, ingobernable y con una crisis institucional sin precedentes

Sébastien Lecornu dimitió ayer horas después de formar un gobierno que nació muerto por falta de apoyos. Ha sido el primer ministro más efímero de la V República. Sus dos predecesores, Barnier y Bayrou, permanecieron respectivamente tres y nueve meses en el cargo sin poder sacar adelante sus iniciativas legislativas.

Francia es un país dividido en dos bloques, con un centro debilitado que apoya a un Macron políticamente muerto. Su error de adelantar las elecciones a la Asamblea fue letal. El hecho es que hoy Francia es una nación polarizada, ingobernable y con una crisis institucional sin precedentes.

Las dos fuerzas, gaullistas y socialistas, que se alternaron en el poder desde el final de la IV República no son capaces de articular mayorías estables ni de competir con los bloques encabezados por Le Pen y Mélenchon. Francia se debate entre elegir entre la extrema derecha y una izquierda radicalizada y antisistema.

Digámoslo con otras palabras: los valores y la agenda política que fueron el eje del debate en Francia desde 1945 se han eclipsado en favor de dos discursos que enfrentan a los ciudadanos y les obligan a elegir entre dos modelos incompatibles.

España se parece cada vez más a Francia en dos aspectos. El primero, la creciente polarización y el desplazamiento de los electores a los extremos. Y segundo, la ingobernabilidad a causa de la fuerte fragmentación política. Pero hay una diferencia sustancial: el sistema electoral presidencialista favorece allí la existencia de dos bloques, lo que no es el caso de España, con una democracia parlamentaria que requiere pactos.

El PSOE se ha ido desplazando a la izquierda tras una alianza con los nacionalistas. Sánchez ha polarizado el país con su teoría de los muros y ello ha favorecido la expansión de Vox. Las últimas encuestas indican que ha arrebatado un millón de votos al PP. Ello debilita cualquier opción de centro y coloca a Feijóo en el dilema de un pacto con Vox que supondría una renuncia a sus raíces democristianas.

Francia empieza a ser un espejo que anticipa nuestro futuro, que refleja una polarización insoportable con un escenario de ingobernabilidad. Y, lo que es peor, con dos bloques antagónicos enfrentados a muerte.

Lo mismo que Vargas Llosa se preguntaba cuándo empezó a joderse el Perú, nosotros nos interrogamos cómo es posible que hayamos llegado a este punto, por qué el PSOE y el PP han roto la posibilidad de los pactos y por qué sus líderes han alimentado una política suicida de confrontación.

No es posible explicarlo con unas pocas palabras, pero sí me parece claro que nos estamos deslizando a un abismo que desgraciadamente recuerda los meses previos a julio de 1936. No va a haber una guerra civil, pero sí un daño a la convivencia que se tardará años en recuperar gane quien gane.