Rbén Amón-El Confidencial
La cuarta victoria consecutiva del líder gallego reanudará la fantasía del asalto a la Moncloa, pero Sánchez es un rival temible incluso para el ‘candidato perfecto’ del PP
Volverá a suceder el domingo por la noche. No ya la mayoría absoluta de Núñez Feijóo, sino los rumores que predisponen el camino del presidente de la Xunta hacia Madrid con las ambiciones de sentarse en la Moncloa y evacuar del colchón a Pedro Sánchez.
El PP tiene en su escudería al candidato perfecto, pero el candidato perfecto va camino de transformarse en la versión política de Godot. Se le espera y se le espera, y no termina de llegar. Ni siquiera cuando los populares se encuentran en una situación de liderazgo tan precaria.
Feijóo dirá que su compromiso está en Santiago de Compostela. Y repetirá que no puede traicionar la confianza de los gallegos, menos aún cuando le han abrumado con los honores y los vítores de la cuarta mayoría absoluta. Son motivos sensatos y elocuentes, pero no suficientes para explicar la resistencia del timonel gallego a sus obligaciones mayores y deberes patrióticos.
Acostumbra a mencionarse que el aparato del partido recela de Feijóo. Y se le recuerda que renunció a las primarias cuando quedó vacante el trono de Rajoy. Lo conquistó Casado a expensas de Cospedal y Soraya. Y lo hizo porque el heredero natural de Mariano, o sea Feijóo, no quiso involucrarse. Habría ganado, probablemente, pero se habría carbonizado en la pugna con Sánchez. El cambio de inercias políticas habría devastado al candidato perfecto.
Insistimos con la idea, la del candidato perfecto, porque Núñez Feijóo es, en efecto, el político español que más se ajusta a la idoneidad de un retrato robot competitivo. Ni demasiado joven ni demasiado mayor. Suficientemente carismático. Y un conservador muy poco conservador. El presidente de la Xunta se demuestra ‘progre’ en las iniciativas sociales y liberal en las económicas, pero también atrae al votante socialdemócrata y hasta encandila o conforta al nacionalista del terruño. Nadie como Feijóo ha sido más duro contra el patrioterismo y la xenofobia de Vox.
No se le ha encontrado en el armario mayor ‘fechoría’ que la imagen en el barco del narco Dorado, de tal manera que Feijóo bien podría convertirse en el gran patriarca nacional del PP. No solo por el fervor plebiscitario de los comicios del próximo domingo sino porque no existe entre los populares un candidato de mejores expectativas ni mayor reputación demoscópica.
El PP tiene en su escudería al candidato perfecto, pero el candidato perfecto va camino de transformarse en la versión política de Godot
El primer obstáculo es el partido mismo. Y el derecho que Pablo Casado se atribuye para recomponer la credibilidad del PP después de los últimos varapalos electorales. Las encuestas apuntan a la recuperación de los populares, estimulan el viejo orden del bipartidismo, pero la aritmética parlamentaria y la relación privilegiada de Sánchez con las fuerzas nacionalistas representan un obstáculo tan evidente como la fractura de la derecha. Vox es el mejor aliado del presidente del Gobierno. Y la garantía que oxigena el porvenir de la coalición izquierdista.
No es que Sánchez vaya a terminar la legislatura. Puede ocurrir perfectamente que se revalide a sí mismo y que permanezca en la Moncloa hasta 2027. Y no solo por la división de los rivales y por los favores del soberanismo, sino porque el líder socialista ha domesticado la oposición interna de Podemos hasta convertir al macho alfa de Iglesias en una mascota.
Núñez Feijóo sería el antagonista perfecto cuando se diriman los próximos comicios. Habría respetado el compromiso de gobernar a los gallegos y estaría en sazón para postularse a la Moncloa, si no fuera porque la resistencia conceptual y factual de Génova se añade al vértigo del propio barón gallego. Que no es el vértigo de cambiar de hábitat, sino el vértigo de la derrota y la rutina de convertirse cuatro años en la sombra que persigue a Pedro Sánchez.
Un camino en el campo. Un árbol. De tarde. He aquí las únicas instrucciones escénicas que Samuel Beckett dispuso para el estreno de ‘Esperando a Godot’ y que podrían ubicar a Núñez Feijóo en su inmovilismo, pasividad y ensimismamiento. Se supone que viene, pero nunca llega.