Ignacio Varela-El Confidencial
Imaginen que un cuñado astronauta ha pasado una larga temporada de misión espacial y tiene usted que ponerle al día de toda la política nacional de los últimos años
Imaginen que tienen un cuñado astronauta que ha pasado una larga temporada en una misión espacial, desconectado de los sucesos terrestres, y que acaba de regresar para celebrar en familia la Navidad y el cambio de década.
Trata usted de ponerlo al día de la política nacional. Para ello, lo sitúa en los antecedentes. Le cuenta que hace solo dos años se produjo en España una sublevación institucional. Que el Parlamento y el Gobierno de una comunidad autónoma derogaron la Constitución y su propio estatuto de autonomía, intentaron celebrar un referéndum ilegal, y declararon por las bravas la independencia de su territorio.
Su cuñado piensa que la historia parece más propia de una república bananera (justamente lo que los rebeldes querían crear en su territorio) que de un Estado miembro de la Unión Europea; pero la estupefacción viene cuando, en una elipsis narrativa de 25 meses, pasamos directamente a la prensa del día.
Por ella averiguamos:
Que el único partido nacional que avaló el referéndum ilegal, combatió la aplicación del 155, renegó de la acción de la Justicia y defiende el derecho a la secesión se dispone ahora a entrar en el próximo Gobierno de la nación con su secretario general como vicepresidente y varios ministros más, tras haber perdido en dos elecciones la mitad de sus votos y escaños.
Que el vicepresidente de aquel Gobierno insurreccional, hoy presidiario, dirige desde su celda una negociación política con el partido del precario ganador, al que ya ha hecho firmar varios comunicados conjuntos en que ambas partes se reconocen recíprocamente como socios potenciales y se asume progresivamente el aparato conceptual de la secesión.
Que sin la colaboración del partido subversivo no es posible componer la mayoría parlamentaria sobre la que el precario ganador ha decidido sustentar su elección presidencial y, posteriormente, su acción de Gobierno. De hecho, al preso de Lledoners se le ha entregado el control del calendario institucional del país: mientras él no lo autorice, no habrá sesión de investidura. El famoso ‘reloj de la democracia’ puede permanecer parado tanto tiempo como convenga al recluso más poderoso de la historia de España.
Que los dos jefes políticos de la sublevación —el fugitivo y el presidiario— están pendientes de decisiones de varios tribunales europeos que, de resultar favorables para ellos y contrarias a los intereses del Estado, podrían reportar en la práctica la impunidad para ambos y el descrédito más humillante para la democracia española. Pero como el precario ganador ha nominado a uno y otro como interlocutores preferenciales —por encima de los partidos constitucionales— y deseables aliados políticos, sus abogados lo tienen hecho: les basta con presentar un resumen de noticias y declaraciones de las dos últimas semanas para que la causa judicial de sus defendidos resulte imbatible.
Que, confiado en todo ello, el caudillo máximo del golpe institucional se prepara para salir de la madriguera belga e instalarse a un paso de la frontera, que cruzará cuando se sienta completamente seguro de poder entrar bajo palio en la plaza Sant Jaume. Sabe que el precario ganador no moverá un dedo contra él —ni contra ningún otro líder independentista— mientras tengan en sus manos la investidura; y tampoco después, porque la presencia de Iglesias en el Consejo de Ministros garantiza el final de la llamada ‘vía represiva’.
Que solo la enconada rivalidad entre los dos gerifaltes independentistas mantiene la incógnita sobre el futuro Gobierno de España. Se vigilan mutuamente y ninguno quiere conceder al otro ni un metro de ventaja. El partido de Junqueras quiere arrastrar al de Puigdemont a abstenerse juntos, puesto que ambos se beneficiarán por igual del Gobierno Sánchez-Iglesias. Los de Puigdetorra exigen reconocimiento expreso de su liderazgo, negociación entre naciones soberanas y, por parte de ERC, estricta sujeción a la causa común, olvidando cualquier veleidad de tripartitos izquierdosos. Así pues, la futura gobernación de España (y todo lo que comporta) ha pasado a ser la pieza con la que hoy se dirime la hegemonía nacionalista en Cataluña.
El precario ganador aguarda a que los separatistas solventen sus querellas domésticas y den luz verde a su permanencia en el poder que ellos mismos le entregaron meses atrás. Ya no sabe qué inventar para complacerlos: la penúltima ocurrencia ha sido sacarse de la manga una ronda de conversaciones con los 17 presidentes autonómicos (como si estos tuvieran algo que ver con la investidura) para camuflar la única conversación que necesita, que es con el orate Torra. Este, por cierto, ha respondido a su manera, escupiendo.
Si todo termina encajando según los planes del precario ganador, este cohabitará en el Gobierno con un partido radical-populista que le produce insomnio y se sostendrá sobre una mayoría parlamentaria compuesta por las siguientes fuerzas:
- Esquerra Republicana de Cataluña, partido independentista, anticonstitucional y antimonárquico. Su líder, actualmente preso por sedición.
- Partido Nacionalista Vasco, derecha nacionalista con vocación soberanista, desligado de la Constitución española desde 1978.
- EH-Bildu, extrema izquierda secesionista, anticonstitucional y ligada históricamente a ETA.
- Bloque Nacionalista Gallego, izquierda nacionalista, si es que tal cosa existe. Uno de los que boicotearon al Rey en las consultas.
- Compromís, nacionalismo valenciano pancatalanista.
- Más País, melancólica escisión de Podemos.
- PRC, derecha populista de Cantabria.
- Teruel Existe, plataforma provincialista sin ideología conocida.
- Nueva Canaria, nacionalismo de una isla.
- Coalición Canaria, nacionalismo de la otra isla.
Y estamos a la espera de que se sume a la fiesta Junts per Catalunya, derechona separatista y supremacista con vocación hegemónica, mezcla de carlismo trabucaire y restos del pujolismo.
Con todos esos mimbres, quedaría completado lo que Iglesias ha bautizado como ‘el bloque de la moción de censura’ que, según el líder de Podemos, está llamado a dirigir el Estado español (pobre Estado).
Visto lo visto, su cuñado astronauta decide cancelar las vacaciones y embarcar en la primera nave que salga para Marte. Desde la Zarzuela se escucha una voz que exclama: «¡Espera, que te acompaño!».