Entre la acusación de seguidismo formulada por sus opositores preferentes (los diputados generales y el PNV), y la reclamación de que Euskadi se libere del lastre de España ahora que vienen mal dadas, existe para el lehendakari una opción intermedia que es la que permite el ‘label’ con sentido común.
Cuando comparezca mañana, jueves, el lehendakari Patxi López ante el Parlamento vasco en sesión extraordinaria, el foco de atención se proyectará sobre su capacidad de adaptación a las medidas que ha ido anunciando el presidente Zapatero para recortar el déficit público. En un momento en el que el Fondo Monetario Internacional ha pasado de «recomendar» a «exigir» que España aplique reformas urgentes, no es la mejor coyuntura para un presidente autonómico como el vasco. Entre otras cosas, porque pertenece al mismo partido que dirige el presidente del Gobierno, cuya credibilidad roza el nivel más bajo de los mandatarios que hemos tenido desde la Transición. Y porque Euskadi, por mucho que se empeñen los secesionistas, pertenece, de momento, a España.
Si el lehendakari ha solicitado una reunión urgente de la Comisión Mixta del Concierto, ha mantenido una sesión de trabajo con los tres diputados generales y otra con el representante de los municipios, Eudel, ha sido para hacer valer, precisamente, la reacción que exige la situación de emergencia económica y que permite nuestro marco constitucional y estatutario. Entre la acusación de seguidismo, formulada por sus opositores preferentes (los diputados generales y el PNV), y la reclamación de que Euskadi se libere del lastre de España ahora que vienen mal dadas (vuelve a salir el PNV con extensión hacia la izquierda abertzale), existe una opción intermedia que es la que permite el ‘label’ con sentido común.
En plena tormenta sobre el presidente del Gobierno, su palabra va cuesta abajo en su cotización. La de sus ministros, por desinformados, también. Mensajes contradictorios y desmentidos sucesivos. La claridad solo le asistió a José Blanco cuando anunció que se iba a asustar a los ricos y el momento de gloria le duró una semana. Mala tarjeta de presentación, pues, para Patxi López, que está demostrando tener más sentido de Estado que Montilla, pero a quien la situación, obviamente, le incomoda. Ayer se vio obligado a decir, vía Idoia Mendia, que solo se aplicarán los recortes «de obligado cumplimiento» para tranquilizar a la opinión pública en una jornada en la que los funcionarios habían protagonizado una huelga. Mañana, en el Parlamento vasco se espera del lehendakari que se parezca lo menos posible al estilo de Zapatero. Esto es: que deje a un lado las consignas y sea claro. Que tenga un plan global para afrontar el recorte del déficit y no recortando y pegando por sectores para luego darle a la tecla de la anulación. Que no se desdiga la próxima semana de lo que nos cuente mañana. Y que siga dialogando con la oposición.
Después de la penúltima rectificación del Gobierno de Zapatero sobre el endeudamiento de los ayuntamientos y el ajuste de los salarios en funcionarios y parlamentarios, el ambiente político se ha instalado en la desconfianza porque falta liderazgo. Y cuando el presidente tiene que adoptar medidas que nos dictan otros países sin creérselas en el fondo, la gente no se fía y reclama coraje. Sin bandazos. Sin cálculos electorales. Ayer, Nicolás Redondo Urbieta, el ex secretario general de UGT, en una entrevista en ‘Estrella digital’, distinguía la forma de afrontar este mal momento entre Zapatero y Patxi López. Que el lehendakari haya planteado recuperar el impuesto del patrimonio y gravar el máximo del IRPF a las rentas más altas «es un rasgo» que pretende «un sacrificio equitativo». Mañana no se podrá avanzar mucho, pero del lehendakari se espera, sobre todo, claridad.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/5/2010