Esperanza apócrifa

EL MUNDO  26/04/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Esperanza Aguirre tenía que dimitir por responsabilidad in vigilando. El mando tiene responsabilidad política sobre las trapacerías de sus ayudantes. Como la tenía Felipe González de las malandanzas de su Ministerio del Interior, un suponer. La lideresa, bestia negra y apócrifa de la izquierda, ha dimitido y bien está.

Pero la leyenda negra en torno a ella permanece. Todavía hay quien cree que ella dijo aquella tontería apócrifa que le inventó Javier Rioyo sobre Sara Mago, célebre pintora portuguesa. «Primero le derrotaron las urnas», dijo Rita, la partisana condenada, con encantador leísmo, en su apresurado obituario del lunes. ¿Qué es derrota, me preguntas. En las cinco elecciones en las que encabezó las listas, cuatro a la Comunidad de Madrid y una al Ayuntamiento, nunca fue derrotada en las urnas. En todas su lista fue la más votada.

También en la del Tamayazo, que El País data el día en que la Asamblea debía nombrar a Simancas presidente. Ingenioso, pero falaz, que diría Mendoza. Fue el día de la constitución de la Asamblea y la ausencia de los socialistas Tamayo y Sáez sirvió para que el PP nombrara presidenta de la Cámara a su candidata. El PP tenía 55 escaños, el PSOE 47 e IU, 9.

A pesar del tesón con que la Ser siguió el caso del dinero durante más de 10 años, no se consiguió la menor pista. Después de fracasar en la política, Tamayo se dedicó a los negocios en Guinea y Mª José Sáez volvió a su puesto de administrativa en el Hospital 12 de Octubre. Un caso de corrupción del PP que no ha sido esclarecido, ni la pista del dinero ha conducido a unos presuntos que no han visto mejorada su situación gracias al enjuague. No es que sea ilógico, es que carece de relevancia estadística.

Contra el relato de El País y otros medios, el plantón de Tamayo y Sáez no sirvió para dar la Presidencia a Esperanza Aguirre. No es que los corruptores sean muy listos, pero si hubieran comprado a aquella pareja, lo habrían hecho para que sus dos abstenciones, votos en blanco o ausencias, dieran la Presidencia a Aguirre, que no quiso ser candidata con el voto ni la ausencia de estos dos y la presidenta de la Cámara convocó de oficio nuevas elecciones para octubre de aquel mismo 2003, que la dimitida ganó por mayoría absoluta, como las de 2007 y 2011. Aquel día, el pobre Simancas se reunió a comer con Zapatero y Rubalcaba. El primero decidió expulsar a la pareja en fuga y Alfredo diseñó la teoría de la trama del ladrillo.

Más le habría valido a Simancas negociar con los tránsfugas, que tenían una versión más comprensible. Ellos pertenecían a una de las facciones del socialismo madrileño, Renovadores por la base, también llamados los balbases, en atención al nombre de su principal dirigente, José Luis Balbás. Esta cuadrilla se consideraba artífice del triunfo de Zapatero en el Congreso de julio de 2000 en un 40% y no podían aceptar que su parte del botín en términos de consejerías fuera a parar a Izquierda Unida. Así empezó todo. Esa es la historia y no la que nos están contando.