Javier Zarzalejos-El Correo

  • Sánchez ve frustrada la gran foto de todos tras los Presupuestos, con Bildu y Junts, ERC y el PNV, para presumir de normalidad democrática

Se define el esperpento como «persona, cosa o situación grotescas o estrafalarias». ¡Qué magnífica caracterización de lo que cada día aparece con más claridad en la política española! Un Gobierno convertido en afección autoinmune del Estado que debe defender y una coalición de gobierno que se autodevora por su pilar más progresista, el de Sumar. Esa denominación ahora tan risible, Sumar, es la medida de la nadería política de Yolanda Díaz, lideresa sin liderazgo alguno, fracasada estrepitosamente en Galicia, su tierra, y ninguneada primero por Podemos y ahora por En Comú Podem en Cataluña hasta el punto de que el propio Ejecutivo, a través de la coalición con Sumar, se deja a sí mismo sin Presupuestos.

Da igual. Si hay Presupuestos bien y si no los hay, también. La coalición se cae a pedazos. El Gobierno asegura que seguirá dando estabilidad porque sus socios se la garantizan, lo que traducido significa que cualquiera que sea el estropicio todos se agarrarán a esta patera en la que se ha convertido la ‘coalición Frankenstein plus’ para no hundirse. Debe de resultar atroz para alguien como Yolanda Díaz imaginarse fuera de un ministerio. Es seguro que mientras le quede un hálito de vida política eso no ocurrirá.

Con este Gobierno y sus socios no hay códigos ni convenciones; no existen pautas de comportamiento reconocibles en una sociedad democrática. Siempre cabe algo más como, por ejemplo, que la Fiscalía de Madrid viole el secreto profesional de un abogado defensor en una nota de prensa. Apoyado en el seguidismo sectario de un universo mediático que ha perdido cualquier sentido crítico, Sánchez y su acompañamiento son capaces de sostener una cosa y su contraria, defender con el mismo énfasis que la amnistía es inconstitucional o una «referencia mundial» como afirmó Félix Bolaños sin rastro de vergüenza. Estamos siendo gobernados por un grupo de políticos carentes de reglas, que han elevado su propio disfrute del poder a razón de Estado y coartada para cualquier desastre moral y cívico.

No es que el Gobierno se equivoque -que también-, sino que, en su actuación, va dejando un rastro deleznable, de desprecio por las reglas más elementales del juego político democrático, de estafa argumental. ¿Quién puede creer a Sánchez cuando el presidente del Gobierno está convencido de que su necesidad es la medida de la virtud?, ¿qué futuro tiene la gobernanza de un Estado en el que el Código Penal se pacta con los delincuentes y las amnistía con los prófugos de la Justicia?, ¿a dónde nos conduce un discurso que exculpa a los sediciosos e incrimina al Gobierno legítimo que respondió a la sedición con los instrumentos de la ley?

La secuencia de aprobación en el Congreso de la ley de amnistía-convocatoria electoral en Cataluña-renuncia a los Presupuestos es un despliegue de ridículo de un Gobierno que simplemente no controla los acontecimientos. A Sánchez, mandíbula a presión, se le va a poner cara rara después de pagar amnistía, transferencia de inmigración, cercanías y concierto económico catalán a cambio de unos Presupuestos que no va a tener. Y las Cuentas eran importantes para el relato buenista del sanchismo porque, apoyados por Junts, serían la prueba de que Puigdemont está por la institucionalidad, la gobernabilidad, la responsabilidad -no como el PP, que dirían los socialistas- y otras lindezas con las que blanquear la amnistía.

Sánchez ve frustrada la gran foto de todos tras los Presupuestos Generales del Estado, con Bildu y Junts, ERC y el PNV para presumir de normalidad democrática. Con este fracaso, la justificación de la amnistía se hace un poco más difícil, pero siempre se le puede dar la vuelta. Se podrá decir, por ejemplo, que el hecho de que no haya Presupuestos demuestra que los propósitos amnistiadores del Gobierno con los sediciosos, malversadores y presuntos terroristas son puramente altruistas y no sujetos a contrapartida política alguna. O también podrían decir los socialistas que el hecho de que sea uno de los partidos integrantes de Sumar el que ha tumbado la legislatura en Cataluña solo pone de manifiesto el apego y el respeto a la diversidad de este Ejecutivo, que se aplica el cuento primero a él mismo, de modo que si Podemos se va al Grupo Mixto, estupendo, y si los comunes en Cataluña fuerzan la disolución y la renuncia a los Presupuestos, son contratiempos menores que bien se sufren por la causa del pluralismo.

Este Gobierno, cuya razón de ser no es otra que él mismo, puede durar. En su permanencia convergen los intereses más excéntricos y los propósitos más destituyentes de la política española. De ahí que cada vez emerja con más claridad su condición de pura coalición negativa preocupada solo de mantener una fachada en la que se pueda colgar el maltrecho cartel de «progresista» para tapar las grietas que se ensanchan.