Espumarajos

ABC 13/09/16
DAVID GISTAU

· A veces veo lectores de periódicos que caen al suelo entre temblores y espumarajos: llegaron a esa columna sobre el independentismo en Cataluña

LLEVO un rato preguntándome si ustedes necesitan otra columna sobre la cuestión independentista en Cataluña. Considero que ya les ha sido administrada la dosis adecuada, y que incluso pueden estar, algunos de ustedes, a sólo tres renglones sobre Colau & Puigdemont de la sobredosis. A veces veo, en el metro, lectores de periódicos que caen al suelo entre temblores y espumarajos: no supieron parar, llegaron a esa columna sobre el independentismo en Cataluña con la cual todo organismo colapsa. Los que sobreviven terminan en granjas de recuperación donde leen periódicos con las páginas de Nacional recortadas. Y las de Deportes también cuando predica Guardiola. Para soportar tanta reiteración, hay que estar dotado de los leucocitos que procuran la militancia y el fervor patriótico. En este sentido, los independentistas tienen ventaja: pueden no dedicar su existencia sino a consumir independentismo sin que se les aprecien síntomas de fatiga.

De lo que estoy seguro es de que yo no necesito escribir otra columna sobre el independentismo en Cataluña. Para empezar, porque nunca creí que la Historia estuviera aguardando un escrito mío para decidir qué rumbo tomar. Que los muros de la Constitución sean o no asaltados por las tribus galas de peinado yeyé no depende de que yo grazne o no a modo de ganso capitolino. Vamos, que hoy me podría tomar el día libre para escribir sobre el vermú y mañana al amanecer España seguiría ahí, sin corrimientos tectónicos superiores a los tres milímetros. Es verdad que mi oficio me obliga constantemente a prestar atención a asuntos y personas que no me interesan nada. Pero todo tiene un límite. Hasta las milis y las condenas carcelarias terminan. Considero que mi servicio en el «limes» constitucional de Cataluña ya ha sido suficiente como para ser relevado por periodistas jóvenes con los clichés a estrenar. Me he ganado el derecho a perder la soldada jugando a los dados en una taberna del Aventino.

Además, el argumento catalán ya ni procura una sensación emocionante de pertenencia al gran hecho histórico. En parte, se volvió autoparódico, la quincalla de su propio ideal. En parte, se hizo crónico y apenas sufrirá espasmos periódicos, coincidiendo con las fiestas de guardar. Pero no galopará hacia ese trepidante desenlace en el que antaño hubo quienes fantasearon con paracaidistas y carros de combate, con pueblos asaltando su destino. Es difícil creer en semejante determinación cuando se van dando fechas para la «desconexión» y, por una razón u otra, estas siempre se postergan. ¡De 2051 no pasa! ¡Ahora sí que sí! Al final, aquel lema fatalista y ramplón que caracterizó al FC Barcelona de antes de la gloria, «Este año sí», va a ser reciclado para su incorporación a la reiteración independentista.

Vaya, se acaba el folio y resulta que escribí una columna sobre el independentismo en Cataluña. A la granja me tengo que ir yo.