La aprobación de la Ley de Amnistía en el Congreso de los Diputados tiene el significado de esas piedras miliares que marcan el fin de una era y el comienzo de otra, el paso desde las medrosas certidumbres, las virtudes golfas, los placeres rácanos de los años vividos, a trancas y barrancas, a la sombra de la Constitución del 78, al territorio movedizo donde brillan temibles las incógnitas de lo desconocido. Es el epílogo de la llamada Transición, el cierre en falso de los casi 50 años de convivencia entre españoles que, mal que bien, nos han llevado desde la muerte de Franco hasta nuestros días, y el comienzo de un viaje hacia ninguna parte a bordo de una falúa que se desliza sin rumbo con casi 48 millones de almas en cubierta y un gánster en el puente de mando sin idea en el manejo de la aguja de marear. Es el “sistema” o el “régimen del 78” que ha llegado hasta aquí arrastrándose por el barro de la desidia de unas élites que le han dado la espalda y que miran hacia otro lado mientras el buque se precipita contra los bajíos; sistema o régimen que ha sido incapaz de regenerarse desde dentro, que miserablemente ha optado por ponerse a bailar en cubierta mientras la nave se hunde a pesar de que ya en los primeros noventa habían sonado todas las alarmas (escándalos del felipismo, corrupción juancarlista, quiebra de la separación de poderes, desbarajuste autonómico, traición del nacionalismo, persecución del castellano, etc., etc.) y que ha venido a terminar en la miserable rada donde reina un pirata de poca monta con la ayuda de los peores enemigos de la España de ciudadanos (teóricamente) libres e iguales.
Todo está roto; todo, podrido. Ni una sola voz de la llamada “sociedad civil” ha salido a la palestra para denunciar el atraco contra la nación que supone la aprobación de esa Ley. Ningún banquero o empresario de esos que estos días han anunciado gloriosos beneficios con cargo al ejercicio 23 ha dicho esta boca es mía, ningún “intelectual” si existiera o existiese, ninguna institución de esa sedicente sociedad civil (Fundaciones, Asociaciones, Colegios Profesionales) ha levantado la voz contra el atropello a nuestros derechos fundamentales. Nos han robado esa democracia imperfecta lograda tras 40 años de dictadura, nos han birlado la igualdad ante la ley, nos dejan expuestos a las arbitrariedades que los nuevos amos del sistema tengan a bien perpetrar, pero nadie protesta, sigue la orquesta tocando en la toldilla de popa, nadie se rasga las vestiduras, nadie replica el caótico grito de Munch ante el espanto que viene. Todo el mundo acojonado, silencio profundo: nuestro pequeño sátrapa mostró el miércoles (sesión de control del Gobierno a la oposición) el colmillo de sus ponzoñosas intenciones. La violencia verbal exhibida por el ídolo de la mitad de los españoles es reveladora del rumbo de colisión que ha tomado este país. Es el rostro violento del reinado de Sánchez y su banda, la dictadura del nuevo régimen que arranca en este marzo de 2024 con vocación de república bolivariana. Basta con ver su gesto pleno de ira para colegir que esto no puede acabar bien, que este sociópata confeso está dispuesto a incendiar el país antes de apearse del poder e intentar, por pura responsabilidad, encontrar un acuerdo de futuro capaz de reconducir el país a la senda de la convivencia. No puso la pistola sobre el escaño cual nuevo Indalecio Prieto (4 de julio de 1934), pero no hacía falta: navegamos a toda máquina hacia el enfrentamiento civil como tantas veces en nuestra triste historia. Una desgracia.
Navegamos a toda máquina hacia el enfrentamiento civil como tantas veces en nuestra triste historia. Una desgracia
Si le dejamos, si lo consentimos. Estamos en pleno proceso revolucionario, pero nadie quiere darse por enterado. La gente prepara las vacaciones de Semana Santa con verdadera fruición; el consumo sigue tirando, los bares llenos, los restaurantes hasta los topes. Comer en Madrid sin reserva es misión imposible. Formamos parte de una sociedad que después de la pandemia se compró un perro. ¡Y otra de gambas! Es la ciudad alegre y confiada en versión hedonista e idiota, que ha decidido dar la espalda a la realidad para refugiarse en el sueño de sus miedos y fantasías. Seguramente cuando despierte será tarde para evitar el sopapo. Como en el cuento del “intrépido, feliz y sagaz” príncipe Próspero (Edgar A. Poe), al final “y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo”. La peste roja que esta semana ha invadido nuestro castillo sin almenas ha tenido la forma de ese sombrío, amenazante, soberbio ejercicio de propaganda desplegado por el Gobierno del capo Sánchez y su Equipo de Opinión Sincronizada a propósito del caso Ayuso, o el intento de destruir con toda la artillería disponible la imagen de una mujer que desde la Real Casa de Correos se ha erigido en emblema de esa parte de la sociedad española que se resiste a perder su libertad (“La libertad no es refugio, es intemperie. Lobo estepario, jamás cordero”) y a ser conducida mansamente al matadero del apestoso estatismo (comunismo rancio) que nuestra reaccionaria izquierda le quiere imponer.
Troceemos el elefante. El novio de la señora Ayuso parece formar parte del polvo hortera que rodea a esta sociedad consumista e idiota dispuesta a comprarse un coche de lujo cuando pega un pelotazo y a dar esquinazo a una Hacienda que ha convertido su función redistributiva en un robo a mano armada con el que las Marisús (¡tú, cuidaooo!) compran el voto del gentío con cargo a la subvención de turno. Es evidente que el mocetón tendrá que rendir cuentas al fisco y/o a la justicia, y también lo es que la señora podría elegir mejor sus compañías, pero lo deslumbrante del caso, lo aterrador en términos de práctica democrática, es el uso torticero, la vergonzosa utilización partidista de las instituciones por parte de Sánchez y su banda a la hora de intentar destruir a un adversario político al que no pueden derrotar en las urnas. Porque lo del ciudadano Alberto González es lo de tantos González que pueblan el ruedo ibérico, tipos que presumen de coche y que pelean con Hacienda. Este González es alguien a quien la AEAT ha abierto una paralela, una más entre millares, y cuyo abogado explora con el fiscal la posible firma de un acta de conformidad. Que el FGE filtre esos tratos provisionales y secretos para tratar de hundir a la pareja del investigado es la evidencia palmaria del pudridero en que esta banda ha convertido las instituciones.
Que el FGE filtre esos tratos provisionales y secretos para tratar de hundir a la pareja del investigado es la evidencia palmaria del pudridero en que esta banda ha convertido las instituciones
El episodio Ayuso muestra las dos caras del proceso revolucionario en marcha: el perdón de los delincuentes cuyos votos resultan imprescindibles para mantener al tiranuelo en el poder, y la persecución implacable de quienes no se plieguen a sus dictados. Seguro camino de servidumbre. Asediado por la ola de corrupción que ahoga a casi todo su Gobierno, Sánchez se ha convertido en un tipo peligroso, un personaje dispuesto a todo. El capo está de los nervios. Le subleva el descubrimiento (o no tanto) de que la mierda llega hasta las puertas mismas de la alcoba donde pernocta con Begoña, la hija de Sabiniano Gómez, dueño que fue de varias saunas gay en Madrid capital. En el pecado lleva el malandrín la penitencia. Fue él mismo quien planteó sus cuitas a Juanjo Güemes, ex consejero de Sanidad madrileño (PP) y actual presidente del Centro de Emprendimiento e Innovación de IE Business School. Me preocupa la situación en que puede quedar Begoña tras mi llegada al Gobierno y me gustaría encontrarle algo, con cierto tufo académico, para que no se convierta en mujer florero por los pasillos de Moncloa. Lo hemos hablado y estamos de acuerdo: el modelo a imitar es el de Miriam González, la española casada con el líder liberal inglés Nick Clegg, una mujer con vida propia, con agenda, que escribe, que viaja, que va y viene… Es así como la doña traspasa las puertas de María de Molina. “La he visto allí un par de veces y mi impresión es que no tiene luces para ser corrupta”, asegura alguien cercano al IE. “Es más simple que el mecanismo de un chupete, dicho lo cual, por eso mismo es más fácilmente manipulable por tipos como Javier Hidalgo, más proclive a ser embarcada en promesas de inconfesable cumplimiento”.
Mi impresión es que las aventuras de Begoña acabarán con el sátrapa si antes el sátrapa no acaba con ella, no pone tierra de por medio. Imposible encontrar aquí un salvador cortafuego. La publicación de que Air Europa (grupo Globalia) pactó pagar 40.000 euros año al África Center de Begoña antes del rescate de la aerolínea (El Confidencial), unido a la pieza de Mercedes Serraller ayer aquí (“La Fundación que montó el Africa Center para Begoña incrementó sus ingresos un 33% tras su fichaje”) ponen a la pareja en una situación imposible. Sobre el presidente de la mitad de los españoles pesa una gravísima sospecha de corrupción. En cualquier democracia al uso, Sánchez Pérez-Castejón estaría muerto. De hecho lo está y él lo sabe. Marruecos al margen, la peripecia de Begoña en el IE Business School se ha traducido para Globalia, sociedad holding de Air Europa, en 130 millones en créditos ICO en mayo de 2020, 475 millones (rescate de la aerolínea por SEPI) en noviembre de 2020, y 320 millones en avales en marzo de 2021.
Sobre el presidente de la mitad de los españoles pesa una gravísima sospecha de corrupción. En cualquier democracia al uso, Sánchez estaría muerto. De hecho lo está y él lo sabe
Es imposible que la sociedad española, a pesar de sus acreditadas tragaderas, se zampe este sapo. Y queda mucho por salir. Con el agravante de que el señorito no se abstuvo, pacojones los míos, en la sesión del Consejo de Ministros en la que se aprobó el rescate de Air Europa. Lo normal sería que mañana lunes un juez llamara a Begoñita a prestar declaración, y que pronto viéramos a su marido ante Manuel Marchena, Tribunal Supremo, el magistrado a quien el Caudillito Wapo quiso saludar nada más desembarcar en Moncloa, “es usted un juez famoso y me gustaría conocerle”, y la respuesta cortante del magistrado, “comprenderá que yo no puedo aparecer por Moncloa, con varios sumarios sobre mi mesa de trabajo que le afectan a usted directamente”. Le ha traicionado Begoña (es un decir) y le acaba de traicionar ERC convocando autonómicas en Cataluña. Ocurra en Barcelona lo que tenga que ocurrir, uno de los socios separatistas le partirá el corazón. Su suerte está echada. Llega el turno de la derecha democrática, el gran problema de siempre para quienes nunca hemos esperado nada bueno del socialismo, salvo sumisión y miseria. España es un jarrón chino estrellado en el suelo por unas elites dignas de toda censura. Todo está descompuesto. Todo podrido. Todo roto. De modo que no tendrá sentido hablar de “gestionar” nada cuando el enfermo necesita mesa de operaciones para, abierto en canal, recibir los trasplantes que le permitan reiniciar el camino sobre una senda de progreso nueva. Reconstruir nuestra democracia desde los cimientos. Tal es el reto al que se enfrenta Feijóo y cabe suponer que un Abascal si decidiera (y pudiera) volver a hacer de VOX lo que un día fue.