TONIA ETXARRI-EL CORREO

La defensa que la ministra Margarita Robles hizo ayer del CNI, como telonera de la comparecencia de la directora del servicio de inteligencia, Paz Esteban, hoy ante el Parlamento, fue el trazo más grueso de la radiografía del estado de deterioro de nuestro país. La gestión del ‘caso Pegasus’, por parte del Gobierno, no ha podido ser más torpe. El pulso entre la titular de Defensa y el ministro Bolaños por derivar responsabilidades es la consecuencia de la tensión cuando los socios están pidiendo dos dimisiones, por lo menos.

Con el espionaje que empezó con los secesionistas y que ahora transita por Pedro Sánchez, la ministra Robles y la cesada González Laya ha quedado al descubierto la vulnerabilidad del presidente y la imagen de que España es menos segura. Una mala tarjeta de presentación del país anfitrión de la cumbre de la OTAN que se celebrará en junio. Pero Sánchez no debería haber mezclado las cosas. Un Gobierno responsable habría desvinculado un caso del otro. Poner a la misma altura al presidente del Gobierno y a quienes conspiraron contra el Estado no se le ocurre ni a quien asó la manteca. Totum revolutum. La situación ideal para sus socios, que se felicitan por los avances en la deconstrucción del entramado institucional. Primero la Fiscalía del Estado. El Parlamento convertido en la casa de la presidenta que altera las mayorías a su imagen y conveniencia. El Tribunal de Cuentas. Y ahora el CNI. Una de las pocas instituciones que quedaban por contaminar.

Si los seguimientos telefónicos a los secesionistas fueron legales con el debido permiso judicial, el caso no debía de haber pasado de una investigación rutinaria. Pero como Sánchez entró en pánico ante las amenazas de ERC, puso en marcha el ventilador. Y en un mismo movimiento colocó la imagen del CNI en el disparadero, dio entrada en la comisión de secretos oficiales a grupos ante los que cualquier responsable de inteligencia se cuidará de facilitar datos delicados. Y, finalmente, quiso airear que él también había sido espiado hace un año. Por el CNI no, claro, por una potencia extranjera. Ay, Marruecos.

Seguramente Sánchez no ha calculado las consecuencias que le puede acarrear haber publicitado que él también es víctima. ‘Mee Too’ se burlaban ayer por las redes. Como tampoco calculó las consecuencias que su giro político con el Sáhara iba a provocar en las relaciones de España con Argelia. Si pensó que, con la notificación de su espionaje iba a lograr desactivar el pulso de los independentistas, se ha equivocado. El PNV, como Bildu, no aprieta las tuercas al presidente. Para eso ya está ERC con Podemos, que quieren cobrarse dos trofeos: la directora del CNI y la ministra de Defensa.

Ayer Margarita Robles defendió con la vehemencia que le caracteriza y el sentido de Estado que siempre ha demostrado el prestigio de los servicios de inteligencia. Parecía un verso suelto del Gobierno. Una voz cuerda que está a punto de enmudecer.