Kepa Aulestia-El Correo

La Conferencia de Presidentes visibilizó en una sola instantánea el Estado compuesto, con un Gobierno central y diecisiete autonómicos que a su vez dependen de otros tantos legislativos. Pedro Sánchez menciona periódicamente la «cogobernanza», término utilizado por él desde que el Consejo Interterritorial de Salud comenzó a reunirse con asiduidad en pandemia. Pero no existe un gobierno compartido en el Estado compuesto. Si acaso puede darse cierto nivel colaborativo en determinados momentos. Mientras el «Gobierno de España» trata de significarse en su labor de providencia, y los ejecutivos autonómicos tienden a escapar de su supervisión; incluso aquellos que secundan al actual.

La «cogobernanza» requeriría una institucionalidad más sólida y permanente, a partir de una distribución competencial más nítida y respetada que permita, a su vez, compartir proyectos y estrategias desde la suficiencia financiera de todas las instancias en concurrencia. La ponencia política del 41º Congreso del PSOE, celebrado hace dos semanas en Sevilla, reconoce que «quedan pendientes de desarrollar herramientas federales de coordinación, armonización y participación territorial». Pero lo expresa de forma tan vaga que parece sortear la cuestión. El anuncio por parte de Sánchez de que en enero tendrá lugar un Consejo Fiscal y Financiero que tratará sobre la condonación de la deuda de las comunidades de régimen común vuelve a dibujar el sistema como realidad dependiente del humor político del Ejecutivo central. Dado que éste se comprometió a estudiar la asunción de la deuda de Cataluña, no tiene más remedio que generalizarla. Pero sin que, al margen de la vigilancia relajada de Bruselas, existiera siquiera una puesta en común sobre el endeudamiento de nuestras administraciones. Lo federal no significa nada cuando tampoco estuvo presente en la última prédica sobre la reforma constitucional por parte de Sánchez.

La ponencia política abogaba por compatibilizar «multilateralidad y bilateralidad» en la universalización de la singularidad reclamada desde Cataluña. En el Estado compuesto, las autonomías no tienden a igualarse sino a diferenciarse unas de otras. Bien sea en términos identitarios, bien a la búsqueda de estímulos para retener o atraer capital. Una carrera constante por la singularidad. Ante la que el «Gobierno de España» ha optado por sublimar el Estado providencia, dispuesto a socorrer a las comunidades para legitimarse como tal.

El «Gobierno de España» ha dado lugar al nuevo unionismo practicado por EH Bildu, el socio más incondicional de Moncloa. La permanencia del tándem Sánchez-Zapatero a la cabeza del partido que tiene la llave del Estado compuesto -porque controla la economía y la recaudación- ha propiciado el «cambio de ciclo» al que se aferra la izquierda abertzale para reconocer una democracia que abominaba hasta ayer mismo. Es significativo que en semejante conjunción astral EH Bildu eluda referirse a las competencias autonómicas vigentes o por transferir. Dando a entender que su reino no es de este mundo, aunque avale de antemano lo que el «Gobierno de España» decida en nombre del progreso. De ahí también que no pudiera afear la presencia del lehendakari Pradales en Santander.