- Rusia no busca una guerra convencional con nosotros, sino el reconocimiento de que es una gran potencia con derecho a determinar la acción exterior de aquellos estados que en algún momento estuvieron en su esfera de influencia
Recientemente, y en sede parlamentaria, la presidente de la Comisión Europea, la señora Ursula von der Leyen, afirmó taxativamente que Europa se encontraba en una «guerra híbrida». Poco después, el general de Ejército (r) Félix Sanz Roldán criticó a quienes afirman que estamos en guerra y alertó sobre el peligro de realizar declaraciones en ese sentido. ¿Estamos ante una polémica entre nuestras autoridades sobre la situación en que se encuentra nuestra seguridad y defensa? ¿Son complementarias esas declaraciones? ¿Estamos o no estamos en guerra?
Rusia ha invadido Ucrania, un Estado europeo. La guerra ha vuelto al Viejo Continente, pero su efecto sobre nosotros es limitado, pues Ucrania no es miembro de la Alianza Atlántica ni de la Unión Europea. Que el tema nos preocupa resulta obvio tanto por la atención que despierta como por la ayuda que enviamos a ese país para defenderse del agresor. A este hecho de indudable importancia se suman otros que sí ocurren en el marco de ambas organizaciones afectando, por lo tanto, a los compromisos de mutua defensa recogidos en sus respectivos tratados. Cables de comunicación rotos, tuberías de gas destrozadas, aeropuertos que tienen que suspender vuelos por la intromisión de aviones no tripulados, fábricas de armas que sufren incendios, campañas de desinformación, injerencia en asuntos internos de estados apoyando a un candidato determinado o animando la independencia de un territorio… A estas acciones, que ya nos resultan demasiado familiares, se suman otras con mayor contenido militar, como él sobrevuelo de cazas o de enjambres de aviones no tripulados en espacios aéreos de soberanía. Resulta difícil restar importancia a este conjunto de agresiones u obviar la voluntad política que se esconde tras ellos: amedrentar y dividir a los europeos para evitar una respuesta única y contundente que ponga freno a las aspiraciones neoimperiales rusas.
Si entendemos y valoramos lo anterior, comprenderemos el porqué de la declaración de la presidenta de la Comisión en el Parlamento Europeo. A ella le corresponde, aunque no exclusivamente, liderar la reacción europea frente a la agresión rusa y ante el fin del «protectorado» norteamericano sobre el Viejo Continente. Nuestra seguridad y defensa ya solo depende de nosotros y eso supone inversiones, capacidades, estructura y unidad de acción. No tenemos tiempo que perder, por lo que la Comisión presiona a los estados miembros en busca de su reacción.
¿Estamos entonces en guerra? Las cláusulas de defensa mutua de los tratados no han sido activadas, más allá del ámbito consultivo. Las acciones que se desarrollan en los entornos cibernético y cognitivo, por amenazantes y provocadoras que sean, no se consideran actos de guerra en sentido clásico. Nos referimos a ellos como característicos de la ‘zona gris’, entre la paz y la guerra. Son agresiones, sí, pero no casus belli o, por lo menos, no por ahora. De ahí la preocupación del general Sanz por la creciente confusión sobre la situación en la que nos encontramos.
Desde 1945 la ciencia militar está afectada por la aparición del arma nuclear. Su uso cuestiona el sentido de una hipotética victoria, por lo que se intenta evitar cualquier situación que pueda derivar, a través de la escalada, en un holocausto atómico. Las nuevas tecnologías ayudan a explorar nuevas acciones de carácter híbrido, que permitan alcanzar objetivos políticos minimizando dicho riesgo. Rusia no busca una guerra convencional con nosotros, sino el reconocimiento de que es una gran potencia con derecho a determinar la acción exterior de aquellos estados que en algún momento estuvieron en su esfera de influencia. Nuestra mayor vulnerabilidad es la combinación de la ausencia de sentido de la realidad, perdido tras años de protectorado y bienestar, y la desunión. Es lógico que Rusia actúe sobre nuestro flanco más débil, más aún en el momento en el que Estados Unidos deja de considerar a los estados europeos como sus compañeros de viaje naturales.
El conflicto es evidente, aunque no se viva igual en unos estados que en otros. Para algunos la guerra es inminente, para otros, lejana. Lo único seguro es que estamos siendo agredidos y que, si no reaccionamos con rapidez e inteligencia disuadiendo al agresor, la situación podría complicarse mucho más.