Spoiler: el objetivo de los sondeos electorales no es predecir escaños, sino tendencias. Y una empieza a asomar durante los últimos días. La de un PSOE que no sólo no sube, sino que podría incluso bajar hasta los 120 escaños, y la de un PP que roza los 100 y que, con la Brunete mediática socialista centrada en la demolición de Albert Rivera y Pablo Iglesias, va camino de convertirse en el tapado de estas elecciones y amenazar la victoria de Pedro Sánchez.
No lo dice una encuesta. Lo dicen todas: GAD3, Celeste Tel, Ipsos, NC Report o Sociométrica, por citar sólo las más recientes. «Es mentira, las encuestas pretenden movilizar a la izquierda» dicen los mismos que cuando esos sondeos vaticinaban la victoria por aplastamiento del PSOE decían «es mentira, las encuestas intentan modelar el voto«. A ver, señores: o una conspiración de los Illuminati o la otra, pero las dos a la vez es imposible.
Supongamos que las tendencias son ciertas. Supongamos que el PSOE crece poco o nada. Que Iglesias baja notablemente. Que Íñigo Errejón, la tercera pata del trípode de la izquierda, sube en una proporción similar, pero sin incrementar el global de su bloque. Que los populares mejoran sensiblemente sus resultados. Que Ciudadanos se estrella. Que Vox baja entre poco y mucho. Y que los nacionalistas vascos y catalanes, escaño arriba, escaño abajo, se quedan donde están y sólo se trasvasan xenófobos entre ellos.
Dejemos de lado las tres renuncias fulminantes que este resultado debería provocar al frente de tres de los seis partidos implicados y centrémonos en eso que tan mal se nos da a los españoles: planificar con inteligencia la batalla en vez de buscarle paliativos a la derrota como pollos sin cabeza.
La pregunta es… ¿qué están haciendo conservadores y liberales españoles para optimizar sus resultados y evitar un Gobierno frentepopulista y antimonárquico en el peor momento posible para el país?
¿De verdad queremos, por puro tacticismo electoral, que un Gobierno encabezado por Pedro Sánchez y fiscalizado por Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Miquel Iceta, Oriol Junqueras, Arnaldo Otegi, Aitor Esteban, Quim Torra y Carles Puigdemont gestione la crisis económica, el brexit, la sentencia del procés, los brotes terroristas y la batasunización de la clase política nacionalista en Cataluña, los nacientes regionalismos en Baleares, Valencia, País Vasco, Navarra y Galicia y la demolición de los pactos de la Transición tan irresponsablemente alentados por algunos sectores del Poder Judicial?
Lo que hace apenas dos meses parecía imposible empieza a parecer posible. La derecha tiene a su alcance ganar las elecciones generales del 10 de noviembre. El camino lo señaló Cayetana Álvarez de Toledo este lunes: suma de siglas, pero no sólo en el Senado, y renuncias personales en determinadas circunscripciones por parte de Ciudadanos y PP.
Vox también tiene ahí un pequeño papel. El mismo que parece haber entendido a la perfección Errejón cuando renuncia a presentarse en aquellas circunscripciones donde el voto a su partido sólo beneficiaría a las formaciones de derechas.
Si todos vemos claro que la operación Errejón es el primer paso del PSOE hacia la reducción a sólo dos partidos del espacio electoral de la izquierda, ¿por qué cuesta tanto entender que en España no hay campo suficiente para tres partidos de derechas? Lo que tenemos por delante no es una mera contienda electoral más, sino la tormenta política perfecta. Y eso obliga a dejar de lado los intereses partidistas. Legítimos, por supuesto. Pero quizá aplazables hasta tiempos más relajados. ¿Tan pocos somos los que lo vemos así?