ABC 19/10/16
ROSA BELMONTE
· «Patria» es la segunda entre las obras de ficción más vendidas. Espero que supere pronto al señor Ildefonso
EL inexplicable éxito de «Ocho apellidos vascos» provocó y facilitó «Tú al norte y yo al sur», programa que emiten tanto la ETB como Canal Sur. El Boston y California de aquí son el País Vasco y Andalucía. La segunda temporada, actualmente en emisión, es distinta de la primera. Ocho vascos tienen que convertir el pueblo gaditano de Setenil de las Bodegas en uno típicamente vasco y ocho andaluces deben conseguir que Cestona (Zestoa) parezca un pueblo andaluz (es difícil no compararlo con el Villar del Río de «Bienvenido, Mister Marshall» e imaginarse a Elvira Quintillá con sus gafas y vestida de gitana). Una de las andaluzas baila tan mal las sevillanas que para demostrárselo le ponen música de bolero. Y da lo mismo eso que Ecos del Rocío. Los vascos enseñan a bailar el aurresku a los de Setenil y aquello no se sabe muy bien qué es. Se trata de hacer un programa divertido con el choque de culturas. Un clásico. Como en «Unbreakable Kimmy Schmidt», la comedia que parte de una chica secuestrada y violada durante años que cuando es liberada se instala en Nueva York, donde todo le parece sorprendente.
Paul Verhoeven ha hecho con «Elle» una película que por momentos es hilarante. Y lo más importante de la trama es una violación. Pero una se ríe con el extraordinario personaje de Isabelle Huppert, la víctima que lo es a su manera. El director holandés, autor de esa grandísima película mala que es «Showgirls», o de «Instinto básico», dice que si nos tomamos demasiado en serio las cosas, la única solución es el suicidio.
«Patria», la magistral e iluminadora novela de Fernando Aramburu, está la segunda en la lista de las obras de ficción más vendidas. Y espero, por el buen nombre y buen gusto de España, que supere pronto al señor Ildefonso. «Patria» ha generado la unanimidad de las páginas de Cultura, los suplementos literarios o el boca a oreja (y a la librería) de los lectores. Cuando muchos ya lo han digerido pasa lo de Alsasua, donde no hay andaluces enseñando a bailar mal las sevillanas. Pero sí guardias civiles andaluces. Y muchos lectores de fuera de Euskadi, que sólo conocían por la prensa lo que la hipocresía ha llamado «el conflicto vasco», han comprobado que sigue existiendo esa sociedad cerrada y temerosa. Hubo en junio una delirante reunión de la OEA donde Delcy Rodríguez, la canciller venezolana, habló de vigilantismo semifascista. Parece que el vigilantismo semifascista vigila semifascistamente (y sin el semi) a los guardias civiles que van a bares. Y luego hay quien recuerda que en el bar Koxka se reúnen jóvenes radicales. Igual que otros recuerdan que la joven argentina violada, empalada y asesinada fue a casa de uno de los salvajes a comprar droga.
Edurne Portela también tiene un ensayo reseñable, «El eco de los disparos» (Galaxia Gutemberg). Portela es contraria a «Ocho apellidos vascos». No entiende que se pueda uno reír con el personaje de Carmen Machi, viuda de un guardia civil que ha vivido en un pueblo abertzale. Tan viuda como Bittori, aunque el marido de esta no fuera guardia civil. Sin embargo, sí es partidaria de «Vaya semanita» y de «El negociador», de Borja Cobeaga. Hay inteligencia, autocrítica, sutileza, complejidad y reflexión. También humor, claro. Pero con lo de Alsasua hemos vuelto con estupor a no poder soltar ni una risa.
Matías Prats otra vez da miedo en un anuncio. «Estás geolocalizado», dice amenazador. Pienso en todos esos guardias civiles geolocalizados por la chusma que no quiere dejar de serlo. Por lo menos con Matías Prats sí nos podemos reír.