Alberto Ayala-El Correo

El presidente Sánchez continúa con sus denodados esfuerzos para resistir en La Moncloa. Con el frente catalán (Junts y ERC) el objetivo le resulta cada día más difícil pese a los indultos, la amnistía y la promesa de una financiación singular de la que no sabemos casi nada. Con PNV y EH Bildu todo es más fácil. De momento.

Los jeltzales han ido obteniendo recompensas y esperan poder completar el Estatuto -ya es hora- con el traspaso de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, sin ruptura de la caja única, puertos y aeropuertos. EH Bildu se hace menos presente en el debate. Y es que Otegi ya admitió que lo suyo es ir logrando la progresiva excarcelación de los presos etarras sin arrepentirse y sin colaborar con la Justicia. Y de eso no se habla.

La nueva consejera socialista de Justicia acaba de firma el tercer grado a dos de estos terroristas: Harriet Iragi y Luis Mariñelarena. Ello ha suscitado un tremendo enfado de, entre otros, Covite, Mikel Buesa, hermano del exvicelehendakari Fernando y de Feijóo. Para el líder del PP se trata de «la letra oculta del pacto encapuchado Sánchez-Bildu». Podría ser. Como también otra demostración de la generosidad que se prometió a ETA si dejaba de asesinar.

Pero el presidente regaló ayer otra baza a la izquierda abertzale: un acuerdo para derogar la ‘ley mordaza’, que el PP aprobó en 2015 para silenciar a sus opositores. Una norma que el PSOE rechazó con dureza, pero aún no derogada. Por su escasa diligencia y la última vez por no atender demandas de sus aliados de izquierdas. El final tampoco esta vez está claro.

Pero si Sánchez ya tiene suficientes motivos de preocupación, en breve le va a llegar otro dolor de cabeza. PNV y EH Bildu han empezado los escarceos para dar una vuelta a nuestro Estatuto. Pretensión: un ‘nuevo estatus’ que modifique sustancialmente la relación con el Estado. Los socialistas sólo aceptan modernizar la Carta de Gernika.

Antes de entrar a fondo ya ha comenzado aquí el juego de estrategias. EH Bildu sacó adelante hace unos días con el PNV de Egibar una declaración en favor del derecho a decidir en Gipuzkoa. Esta semana ambos han repetido jugada en la Bizkaia oficialista. Ortuzar y los suyos no han querido parecer menos abertzales que sus hermanos guipuzcoanos en puertas de su asamblea general.

Nadie estamos en condiciones de adivinar hasta dónde quiere llegar el PNV en su apuesta soberanista. Ortuzar no es Ibarretxe y parece improbable que, al contrario que EH Bildu, exija hasta el final el derecho de autodeterminación -que el PSOE sí abrazó en la Transición-. Otro tanto cabe decidir de pretensiones como que Euskadi tenga un sistema judicial al margen del Supremo. O de que no se apliquen aquí algunas leyes estatales.

¿Cambiará de nuevo Sánchez de opinión, como con Cataluña? ¿Cuáles serán las contraprestaciones a cambio de conservar el apoyo vasco? Ortuzar reitera que Euskadi debe aprovechar la oportunidad política que se brinda. Retirarse sin casi nada sería muy peligroso para un PNV cada vez más achuchado por EH Bildu.