ABC 01/04/15
DAVID GISTAU
· No la independencia, pero sí su anhelo, se ha convertido para Mas en un estadio transitorio que no necesita culminarse
AHORA cuesta creerlo pero, antes de la llegada de Cruyff y de la fundación del Dream Team, el Barcelona era un equipo fatalista, capaz de perder contra el Steaua su primera Copa de Europa y de entrar sin ninguna en la década de los noventa. En aquella época, la grada se sentía identificada con un lema de club habituado al gatillazo que ahora está erradicado: «Este año sí». Frase que trae implícito el reconocimiento de un fracaso, el del año anterior, y que sin embargo revela cierta capacidad de renovar las expectativas para que nadie deserte en la eterna espera de la gloria. Ya digo que los tiempos cambiaron. Para el Barcelona de Guardiola y Messi, la vida llegó a ser un largo «Este año también».
Extirpado del FCB por el cambio de identidad obrado por Cruyff, el espíritu del «Este año sí» caracteriza ahora la eterna oscilación entre mesianismo y gatillazo que son el señor Mas y su cita con el destino. Compro el periódico y me encuentro en portada con Mas y Junqueras durante otra trascendental convocatoria de la independencia en la que la Inoxcrom ha sido sustituida por un simple apretón de manos que reduce a sólo dos personajes la imagen coral de la vez anterior. Este año sí. Para 2017. Olviden todos los fracasos de los años anteriores que vienen implícitos, renueven su ilusión y su sentido de pertenencia histórica, que les permitirán atravesar en estado febril, prácticamente levitando, las dos próximas temporadas de fútbol. El siguiente «Este año sí» podríamos ir ubicándolo en 2019, para completar la legislatura que arrancará después de las elecciones de septiembre y permitir así a Mas terminar su carrera aferrado a la inercia del monotema, sin haber declarado nunca su renuncia al mismo.
No la independencia, pero sí su anhelo, se ha convertido para Mas en un estadio transitorio que no necesita culminarse porque, mientras tanto, él hace un uso instrumental. Vive de crear nuevos plazos, de renovar los escenarios de los ultimátums para que no parezcan siempre el mismo –hasta los atrezos, las liturgias y los actores de figuración cambian–, de estirar un poco más la espera de la jornada de emancipación prometida que primero ha sido asociada a su presidencia. Es una argucia política extraordinaria que garantiza la longevidad mientras los electores, educados por décadas de barcelonismo pre-Cruyff, sigan mordiendo el anzuelo del «Este año sí», sí que sí, de este año no pasa, independientes, aunque hayamos errado el número redondo del tercer centenario de 1714.