El conocimiento de casos de corrupción urbanística no parece sorprender grandemente a la peña ciudadana. Cada partido acusa al que es pillado en falta y éste se defiende como puede, en espera de ser él quien acuse la vez próxima. En esto sí que practican, sin distinción de credo, esa moderna habilidad política que han dado en llamar transversalidad.
Como un coletazo tardío y espectacular de la operación Malaya, la Fiscalía Anticorrupción ordenó ayer la entrada de los agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Financiera en el Ayuntamiento de Estepona. El número de detenidos ayer por la tarde ascendía a 25, y lo que te rondaré, por los delitos de cohecho, prevaricación, tráfico de influencias y blanqueo de dinero, lo que viene a demostrar de manera palmaria que el oficio de la delincuencia es actividad compleja y requiere saberes multidisciplinares en los tiempos modernos.
Así está el tema. Flecos de la operación Malaya, dicen, y los partidos políticos hacen aspavientos como si no fuera cosa archisabida que el suelo es un elemento que multiplica varias veces su valor gracias a un sencillo acto administrativo. «La tierra para el que la recalifica» es la consigna de estos aventajados epígonos de Emiliano Zapata. Gracias a una sencilla recalificación, el suelo reedita 20 siglos después el milagro de los panes y los peces, y se convierte en el gran financiador de los Ayuntamientos y de los partidos mismos.
Todo ocurre sin que el general conocimiento del asunto parezca sorprender grandemente a la peña ciudadana. Un poco sí, pero en plan farisaico. Cada partido acusa al que es pillado en falta y éste se defiende como puede, en espera de ser él quien acuse la vez próxima. En esto sí que practican nuestros representantes, sin distinción de credo, esa moderna habilidad política que han dado en llamar transversalidad. Ayer mismo, el portavoz socialista Alvaro Cuesta destacaba que el PSOE había decretado «tolerancia cero» contra la corrupción y que el alcalde de Estepona iba a ser expulsado fulminantemente del partido. Tolerancia cero, qué afición a conjurar la realidad con un sintagma. El lector de buena fe puede sorprenderse ante la radicalidad de la medida y su carácter preventivo, pero el partido tenía ya elementos para saber que la Fiscalía no actuó a humo de pajas: el Ayuntamiento de Estepona lleva acumulados 1.578 expedientes por irregularidades urbanísticas, aunque no se puede entender que la Junta de Andalucía no haya dicho ni mu en todo este tiempo.
Jesús Gil y Gil llegó a la Alcaldía de Marbella en 1991, después de hacer apología de la corrupción en sus entrevistas: «Si el plan (PGOU) sólo permite ocho alturas, yo les digo a los constructores que levanten 12; dos para ellos y dos para el Ayuntamiento». Después de enunciar este programa, el pueblo soberano le regaló tres mayorías absolutas y otra más a su partido después de su dimisión.
Y no sólo los votantes marbellíes. Telecinco organizó en diciembre de 1993 un concurso para que sus televidentes votaran a los personajes más populares del año. Queridísimos 93 se llamó el programa. El buen pueblo español eligió queridísimo 93, en el apartado correspondiente a políticos, a Jesús Gil. En el apartado de Economía, votó a Mario Conde. Faltaba menos de una semana para que el Banco de España interviniera Banesto.
El gran Alberto Moravia acuñó una frase soberbia: «La familia es la gran escuela de la delincuencia moderna». Hay un factor explicativo: el octogenario escritor fue desarrollando un carácter melancólico mientras su joven esposa navarra, Carmen Llera, salía, es un decir, con el líder druso Walid Jumblat para contarlo después en un libro. «La familia y el municipio», debió decir, si no fuera porque murió en 1990, justo antes de que los puntos rojos de la corrupción empezaran a pintar sobre el mapa de España una cara de niña con escarlatina.
Santiago González, EL MUNDO, 18/6/2008