ABC 17/03/17
DAVID GISTAU
· El del PP es un gobierno incapacitado para sacar nada adelante
SORPRENDE que el PP acuse a Cs de deslealtad apenas unos días después de haberle dicho en la cara que jamás tuvo la intención de cumplir las cláusulas/lenteja que hubo de asumir para la investidura y que tanto recuerdan las promesas del seductor olvidadas en cuanto se logra el coito. Como cantaba Thin Lizzy, el amanecer de la satisfacción se nos llena de promesas rotas. Sin embargo, sorprende también que por despecho, o con tal de cobrarse venganza, o para hacerse respetar, o simplemente para sacudirse la espesa pátina de pagafantas que le quedó, Cs sea capaz de votar en un asunto trascendental contra lo que dicen su propio programa y esos principios en permanente mutación mimética que no sabemos si esta semana toca que estén escorados al liberalismo, a la socialdemocracia o a la Nueva Trova santiaguera.
En cualquier caso, tenemos un problema si los asuntos de Estado que pasan por el parlamento no tienen sentido como tales, sino que se convierten tan sólo en un pretexto para hacer alardes, demostraciones de fuerza y ajustes de cuentas en la pugna cotidiana de bancadas que, o recelan las unas de las otras –éstas, las asociadas-, o directamente se detestan. La estiba sería entonces una simple coartada para la reyerta parlamentaria a la que seguirán otras, suponiendo que no colapse la legislatura en breve. Si esta sórdida mezquindad hostil, como de pandillas antagónicas amontonadas en el patio de una cárcel, es el generoso y estatuario sentido de Estado que traían tanto la nueva política como la voluntad de expiar pecados de la antigua, podemos dar por fracasada la hiperbólica Segunda Transición. Si esta fragmentación que iba a devolvernos los prodigios posibilistas de los contrarios que se entienden ha derivado a un lamentable para picha larga, la mía, no tardaremos en añorar las capacidades ejecutivas de las mayorías de antaño.
El del PP es un gobierno incapacitado para sacar nada adelante y demasiado condicionado por la aquiescencia caprichosa del rival y por su propio mal humor al descubrirse frustrado después de haber campeado por una mayoría absoluta. El propio parlamento está neutralizado y sólo sirve para dirimir los ínfimos intereses particulares de la ramplona politiquería. No se salva nadie. Cuanto más narcisista fuera la pretensión histórica de cada protagonista, más ridícula es su caída al fracaso de seres menores que constituye la única atmósfera nacional posible y que no redimen las ínfulas de gran nación europea con las que Rajoy se sienta a la mesa de mandos de la UE sólo porque se va corriendo el escalafón según también eso se hunde.
Cómo será nuestro afán autodestructivo que de las cloacas brotan ya hasta grabaciones que aspiran a no dejar intacto ni el pasado. Cualquier día, durante las peligrosas semanas que transcurren entre el final de una Champions y el comienzo de la siguiente, repararemos en el insondable vacío que somos. Mientras, respiren, que hoy se sortean los cuartos.