IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo
- La idea va dirigida a atajar la dualidad del mercado laboral y se acompañaría de una rebaja sustancial del coste del despido
El Banco de España se ha convertido en el azote más duro de las políticas del Gobierno. El segundo es la propia AiREF, pero su altavoz tiene menos potencia. Nadie pone en duda la calidad y la veracidad de los datos que publica. Su servicio de Estudios goza de merecida fama y sus publicaciones se esperan con expectación y se estudian con esmero. No es como el CIS a quien José Félix Tezanos ha arruinado su prestigio al destrozar su objetividad. Ante la imposibilidad de poner pegas a sus conclusiones, los seguidores del gobierno y de los partidos que le apoyan critican la oportunidad de sus dictámenes aunque nadie haya sido capaz hasta ahora de encontrarles una intencionalidad de parte.
Si seguimos sus indicaciones sin aprioris ideológicos, obtendremos un diagnóstico preciso de la enfermedad que aqueja a nuestra economía y, también, unas buenas sugerencias para elaborar las terapias necesarias para alcanzar la curación. El diagnóstico es muy sencillo. El PIB batió el récord de caída en la UE en 2020 y subirá el que más en 2021 y 2022 para iniciar el 2023 al mismo nivel con el que despedimos 2019. El paro no ceja y le queda aún por absorber a las personas que están hoy asiladas en los ERTES y que no podrán retornar a sus empleos anteriores. Por su parte, el déficit se ha inflado como nunca, empujado por los enormes gastos sanitarios que nos ha provocado la pandemia y los gastos sociales asociados a ella. Por eso, la ratio de deuda sobre PIB se nos ha ido a la estratosfera nunca alcanzada anteriormente.
Bien, el diagnóstico es inatacable, ahora la terapia. Antes de ir a lo concreto el BdE nos dice cosas muy interesantes. Advierte del peligro de que la crisis actual se convierta en estructural, y para evitarlo considera imprescindible actuar sobre las estructuras actuales. Y nos recuerda que, más pronto que tarde, deberemos detener el deterioro de las cuentas públicas y acometer un plan de consolidación de no menos de un 0,5% del PIB cada año. (A mí me parece poco, pero créale a él). También nos dice que para ello no habrá más remedio que aumentar los impuestos, pero antes será necesario «revisar el grado de eficiencia de todas las partidas del gasto público, priorizar los usos de los recursos públicos e incrementar su eficiencia». Algo con lo que solo se puede estar en desacuerdo si se es un beneficiario directo de ellas.
Para evitar que la crisis se vuelva estructural hay que actuar sobre las estructuras
En lo concreto hay multitud de medidas con las que estoy sustancialmente de acuerdo. Le resumo algunas: Incrementar el capital humano con un replanteamiento integral de todo el sistema educativo, revisión del marco regulatorio y judicial para favorecer el crecimiento de las pymes. Incrementar el capital tecnológico mediante una las ayudas al I+d para hacerlas más efectivas. En pensiones propone reforzar el vínculo entre las contribuciones realizadas y las prestaciones recibidas y así un largo, etc…,
Pero, sin duda alguna el aspecto que más ha llamado la atención es el de la llamada mochila austríaca. Un ‘colchón’ dotado con aportaciones mensuales -similares a las cotizaciones-, y que serían de uso personal. Es decir que se lo llevarían al cambiar de trabajo y podrían usarlo en el caso de perderlo. La idea va dirigida a atajar la dualidad del mercado laboral entre empleados fijos y temporales y se acompañaría de una rebaja sustancial del coste del despido, con el fin de disipar el actual miedo a contratar, una idea indemostrable, salvo que nos fijemos en la persistencia de las cifras del paro. Algo así habría que hacer también en el sistema de pensiones para pasar a un sistema de capitalización.
Pero ambas ideas se han topado siempre con el periodo transitorio, ese que afecta a las personas o pensionistas que llevan décadas trabajando y que carecen del tiempo necesario para aprovisionar su mochila con suficiencia. El BdE soluciona esta limitación con el uso de los fondos europeos que se van a recibir dentro del Plan de Recuperación, del que saldrían 8.000 millones que es el cálculo que ha hecho.
No se si la idea obtendrá el consenso político suficiente, pero estoy seguro de que no serían los millones peor invertidos de todos los que se vayan a recibir. Ni mucho menos.