- Mi estimado Mon Bosch recordaba en Twitter la definición que Josep Pla hacía del catalán. Es completamente vigente
En la célebre entrevista que Joaquín Soler Serrano le hizo al patriarca de las letras catalanas – programa A fondo de RTVE, búsquenla porque deberíamos verla en bucle todos quienes nos vemos afectados por esta parte de España que llamamos Cataluña – hay un instante en el que le pregunta al escritor acerca de qué somos los catalanes. Pla, con gesto más escéptico que de costumbre, mirada socarrona, el eterno cigarrillo a medio fumar y la voz sabia y cansada de quien se ha pasado la vida diciendo verdades a un pueblo que no ha querido escucharlas, responde lacónico. “Mire usted, el catalán es un perfecto español al que le han estado diciendo toda la vida que debería ser otra cosa”. Inapelable. El solitario de Palafrugell, todavía proscrito en su tierra décadas después de morirse, retrató el auténtico drama que ha producido el separatismo. Esa idea perniciosa acerca de que los catalanes somos algo que solo aparece en libros de personas perfectamente insoportables y vanidosas mientras que la realidad, es decir, que catalán y español son la misma cosa, es una quimera. Todo esto nos ha llevado a la ruina económica, la ruina política y, mucho peor, la ruina moral.
Porque no hay sociedad que pueda prosperar si al levantarse lo primero que tiene que hacer es preguntarse si es catalán o español. Esto no hay organización social que lo resista, porque es una duda metafísica y así no se crea riqueza, no se hace empresa, no se genera industria, no circula el dinero y, en suma, no hay ni Dios que pueda hacer nada concreto y sustancial porque todo se lo come la maldita pregunta. Que no es baladí, porque la política se lo preguntará, y la sociedad, y la cultura y hasta en el bar cuando pida usted un café, a ver si despabila y se aclara la cabeza después de tanta metafísica. El catalán ha vivido desde hace muchísimo tiempo atado a esa duda existencial que le ha impedido hacer muchas más cosas de las que ha hecho e, indiscutiblemente, menos de las que debería haber realizado por imperativos históricos.
Comprendo que, por vía de ejemplo, a un madrileño esto le parezca raro, incluso ridículo, pero hay que vivir aquí para comprobar la losa que supone esta pregunta, esta imposición, estas ganas de abrir debates donde no lo hay. ¿Usted que es, catalán o español? Fíjense que no se intenta discernir si el individuo es mejor o peor persona, más sabio o más burro, más trabajador o más gandul. La cuestión es conocer su grado de catalanidad y, aceptada esta, el resto es absolutamente disculpable. Porque si eres catalán los separatistas te lo perdonan todo. Lo estamos viendo estos últimos tiempos con el intento de blanquear a Pujol desde los medios de comunicación. Pujol vuelve a hablar, a criticar, a proclamar, está más vivo que muchos políticos con cargo y dice que nunca ha sido corrupto, que no sabe si alguien de su familia lo fue y que, manda carallo, que siempre defendió la posibilidad de una Cataluña dentro de España.
Está claro que él siempre tuvo clara la respuesta. Como claras son también las consecuencias del tema.