IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
La correlación entre la pandemia y la economía es cada día mas elevada y las cifras del paro del mes de febrero lo confirman. Hemos sobrepasado la cota mágica de los cuatro millones de parados, los acogidos a los ERTE se aproximan al millón, los autónomos en merma de actividad superan los 360.000 y los afiliados a la Seguridad Social aumentan menos que en cualquier otro mes de febrero de los últimos ocho años. En cifras desestacionalizadas, aisladas del calendario, las cosas son bastante peores. Es evidente que esto no va bien, como lo es que el culpable lo podemos encontrar en la propagación de la tercera ola causada por las imprudentes alegrías con que nos tomamos las navidades.
Por buscarle el lado positivo, podríamos decir que, si la pandemia es la culpable de nuestros males, podemos esperar su curación en cuanto arreglemos el lío sanitario. Más bien deberíamos decir que podemos esperar la vuelta a la normalidad económica cuando la vacunación alcance tal volumen que podamos levantar las restricciones a la movilidad. Por eso se entiende bien la crítica realizada por los empresarios vascos a la marcha del proceso, que es lenta y poco previsible. ¿Sabe usted cuándo le toca vacunarse?
En cualquier caso, las vacunas nos permitirán detener el deterioro, pero nos quedará pendiente el arreglo de los daños ya producidos y que crecerán hasta entonces. Medido en tiempo, nos enfrentamos, con seguridad, a tres meses más de deterioro. Para repararlo tendremos (¿?) las ayudas europeas y los nuevos apoyos previstos por el Gobierno, que suman, dice, 11.000 millones. En esto, no solo no avanzamos, sino que lo hemos convertido en un nuevo desbarajuste. Nadie sabe nada de las reformas que hay que realizar para desencadenar las ayudas de la UE, ni de los proyectos concretos que se van a apoyar, ni de los criterios que se van a utilizar. El informe del Consejo de Estado da un sonoro varapalo al decreto preparado por el Gobierno para canalizar el maná europeo (ahora entendemos bien por qué se tomó tanto interés en ocultarlo al Congreso). Y la posibilidad de que los 11.000 millones anunciados incluyan tanto ayudas directas como condonaciones de deudas, ha levantado una tormenta de discrepancias entre los empresarios y desatado los temores del sector financiero. Una cosa es que sean necesarias y otra, bien diferente, que pueden causar más daño que beneficio si se aplican mal.
En resumen, nuestros dirigentes siguen enfocados en atacar las consecuencias de la crisis -ahí están los ERTE, los créditos y las ayudas-, pero les cuesta ir a sus causas. El problema de las empresas solo se curará si vuelve la demanda y el de los parados, si se crea empleo. Si hay está el problema, por ahí hay que buscar la solución.