Jon Juaristi-ABC
- En el breve lapso temporal que nos separa de la presidencia efectiva de Trump, todo puede reventar
Acaso Teresa Ribera no tenga que estrenar siquiera su vicepresidencia europea. Si Moscú decide arruinar las navidades a unos cuantos países de la Unión ídem, es posible que haya que cerrar Bruselas y Estrasburgo al tráfico aéreo, para evitar que los aviones comerciales choquen en vuelo con misiles balísticos rusos o con ojivas nucleares. De drones, ya ni hablemos: en estos momentos deben de ser miles o cientos de miles los UAV Korsar que están levantando croquis digitales de los objetivos a batir entre Biarritz y Laponia. Los residentes en la Península Ibérica no tenemos que preocuparnos. Afortunadamente, Putin es muy consciente de que África empieza en los Pirineos, y no creo que, llegado el caso, sean muchos los españoles (eurodiputados, comisarios, vicepresidentes, diplomáticos o profesores del Cervantes) que permanezcan en Bélgica.
Casi todos los que me oyen hablar de este asunto se enfadan y dicen que el único que quiere arruinarles las navidades soy yo, en qué cabeza cabe que los rusos puedan entrar en guerra abierta con países de la UE o de la OTAN. Que a ver si pienso que Putin está loco. De esto último tengo sospechas, aunque él no sea el único psicópata entre los actuales gobernantes del planeta (y no aludo a Trump, hablo de gobernantes actuales). En fin, ya saben a quién me refiero. O deberían intuirlo, a estas alturas.
Antes del 24 de febrero de 2022, y al contrario que en Estados Unidos, nadie en la Unión Europea creía que Rusia invadiría Ucrania. Tomaban los despliegues militares en el lado ruso de la frontera por pura táctica intimidatoria para obligar a Zelenski a entregar los territorios reclamados por Moscú. Quizá la broma se estaba llevando demasiado lejos, pero Putin terminaría por retirar tropas y tanques.
A mí, la invasión me pilló en Lituania. El 25 de febrero, el Gobierno español ordenó la evacuación de la Embajada en Kiev, y los aviones de la OTAN comenzaron a zumbar en enjambres desesperados por los cielos bálticos. Ningún gobierno de la fachada occidental europea se toma hoy las amenazas de Putin y Compañía con la pachorra de aquel comienzo de 2022, cuando no se pensaba que fuera urgente armar a Ucrania. Debían de parecer suficientes aquellos ejercicios de tiro impartidos a jubiletas en parques, bosques de abedules y campos de petanca.
Bueno, pero no se atreverán a bombardearnos en Navidad, no serán tan bordes, te dicen. Ellos mismos estarán en sus casas, celebrando las fiestas con ensaladilla rusa, filete ruso y polvorones de Estepa. Error. Las navidades ortodoxas comienzan el 6 de enero, justo cuando terminan las nuestras. Si yo fuera Putin, atacaría en Nochevieja, porque con los petardos ni os ibais a enterar, peña. Total, que a lo mejor Teresa Ribera no tendrá que estrenarse. Mejor para ella, así no la conocerán como en Valencia. O sí.