- Vulneraré la regla no escrita que aconseja centrarse en un solo asunto por columna. Su ortodoxia explica, justamente, mi repentino agrado por tocar dos
Mis opiniones sobre el nacionalismo catalán y sobre Sánchez no precisan aclaración después de haber desmenuzado el trastorno y al autócrata en tantas columnas de opinión y en tantas intervenciones parlamentarias. Sin embargo, en dos de las cosillas que han llamado mi atención esta semana, de apariencia anecdótica, he hallado destellos del mal y de la estupidez (esos aliados), que invitan a hincar el diente. Estulticia y maldad son congénitos al nacionalismo catalán y a Sánchez, dirá el lector despierto. Y no le falta razón. Pero dos anécdotas se me han revelado categoría, quizá porque normalizan la vesania. Vulneraré la regla no escrita que aconseja centrarse en un solo asunto por columna. Su ortodoxia explica, justamente, mi repentino agrado por tocar dos. A saber: la reacción de los medios públicos catalanes al último disco de Rosalía, y la asunción del Poder Judicial por parte de Sánchez mediante una sola frase.
Primero. Rosalía saca un disco extraordinario. No se parece a nadie. La producción musical supera lo conocido en la fusión de estilos. Cualquiera con sensibilidad musical se da cuenta de que ha aparecido un sonido nuevo al que habrá que prestar atención, Todo eso lo piensas mientras celebras que, por fin, la música electrónica se encuentre de verdad con la orquesta sinfónica, sin forzar nada. Cada vez que se hace el silencio en uno de sus dos grandes temas del disco se te encoge el corazón. Lo que equivale a devolverle al silencio su protagonismo espiritual, siempre que a él se llegue desde lenguajes como ese barroco luminoso que nos ahorra las convenciones, pues en esta era no hay tiempo que perder ni paciencia para perderlo. Pues bien, ¿cómo reaccionan los medios públicos catalanes? Indignados porque las voces puras de Montserrat han cantado en castellano. Un ataque a Cataluña. ¿Enésimo botón de muestra de la idiotez ínsita al nacionalismo catalán? No solo. Para mí, sobre todo, la confirmación de que son inaguantables literalmente. Insisto en el adverbio de modo.
Segundo. Los opinadores, los estudiantes, los bomberos, los taxistas y taxidermistas podemos decir que un fulano al que están juzgando es inocente, y que eso se colige del propio juicio. Un presidente de Gobierno no puede. Quien no entienda esto, simplemente no merece aclaración. Lo que debe hacer es estudiar. Por supuesto, Sánchez entiende que no puede, que no debe hacer ese tipo de declaraciones públicas so pena de confirmar sin ambages lo que, por desgracia, ya sabemos: que está luchando a brazo partido por una causa despótica y sombría cuya consecución exige aniquilar la división de poderes, liquidar la independencia judicial. Ello en mitad de un procedimiento inconcebible donde la Fiscalía y la Abogacía del Estado actúan como defensores del reo, a su vez superior jerárquico de la primera. Un reo togado que no ocupa banquillo. No veo en la frase de Sánchez otra salida de tono, otra prueba de su naturaleza liberticida, sino palabras con voluntad performativa. Pronunciadas para formalizan la caída efectiva del tercer poder.