HERMANN TERTSCH-ABC
La guinda a los peores temores la puso ayer el ministro portavoz VUELVEN a salir ayer y hoy los españoles a la calle a defender a la Nación y su unidad frente al separatismo. Pero es muy posible que pronto salgan para defenderla a la Nación y su dignidad frente al Gobierno. Porque en 48 horas se han multiplicado los indicios alarmantes de que hay intenciones políticas ya cimentadas con acuerdos subterráneos que pueden herir tanto a los españoles como la intolerable escena del parlamento catalán del viernes, la mayor humillación sufrida en generaciones. Millones de españoles no olvidarán jamás la ofensa que tenía el deber de haber evitado el gobierno de Mariano Rajoy y su gran especialista en Cataluña, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria.
Lo que parecía primero una digna y solida decisión de afrontar el crimen del golpe de Estado con el artículo 155, firmeza y consecuencia, se convirtió primero en una débil e incierta respuesta con unas elecciones dentro de siete semanas, sin tiempo de cambiar nada en el aparato separatista. Pronto ha quedado en la intensa sospecha de una componenda inconfesable. Que implica la voluntad de colaboración con los delincuentes que han sometido a España a esta insufrible e inolvidable agresión. Unos delincuentes que no renuncian a alcanzar sus fines en un próximo intento. Tendrán como fácil interlocutora en Cataluña a la vicepresidenta a la que han engañado siempre que han querido. La que ha fracasado con estrépito en todo lo que ha hecho allí. La guinda a los peores temores la puso ayer el ministro portavoz, Iñigo Méndez de Vigo, al decir que el gobierno «vería con agrado» que Carlos Puigdemont, el cabecilla del golpe de Estado, se presentara otra vez a las elecciones. La estupefacción ante esas palabras era ayer general. Medios políticos parecen dar por hecho que Oriol Junqueras, el segundo implicado en la trama criminal, también va a participar en las elecciones. Como si Tejero, Milans y Armada hubieran presentado lista electoral propia tras el 23-F. Y se hubieran puesto a su disposición unos cuantos canales de televisión. Quizás no hubieran salido mal parados.
Cada vez son más los españoles que creen que Rajoy no quiere derrotar a los golpistas, llevar a los responsables ante los tribunales y desmantelar el aparato de un régimen separatista antiespañol con vocación totalitaria. Cada vez hay más convencidos de que se busca un acuerdo para volver a la «normalidad» de la hegemonía separatista e imponer una reforma constitucional pactada con la izquierda que equivale en la práctica a la dinamitación de la España de ciudadanos libres e iguales y la ruptura de la soberanía nacional. Es esa lógica de la concesión a los separatistas de todos sus objetivos de forma aplazada pero con garantías e impunidad. Los españoles no pueden ni deben tolerar esto. Que supone ni más ni menos, por mucho que se disfrace, de la desaparición de la España unida y soberana que el Rey ha llamado a defender y de la que su Majestad y los Ejércitos son garantes últimos.