JON JUARISTI, ABC – 14/06/15
· El PSOE no podrá controlar unos pactos municipales nacidos de un resentimiento desmadrado.
No es la coalición republicana del 31 ni el frente popular del 36. No se trata de exagerar, pero, diga lo que diga Felipe González, esto de los pactos de las izquierdas tiene toda la pinta de una voladura vergonzante del régimen. A los socialistas les pierde su incapacidad de administrarse el resentimiento. Acaban jorobándolo todo por puro rencor. Hay otra palabra que cuadra mejor a esa manía recurrente y destructiva: estupidez. Según el historiador Carlo Cipolla, la estupidez consiste en hacer daño a tu enemigo en todas las formas posibles, incluso en aquellas que acabarán haciéndote más daño que a él. Es una pena, porque los socialistas españoles no necesitarían leer a Cipolla para cambiar su destino. Bastaría con que se tomaran en serio de una vez su propia historia.
Comprendo el mosqueo del ministro de Sanidad, antiguo alcalde de Vitoria, ante el anuncio del, por fortuna para todos (y no en menor medida para los propios socialistas), no consumado acuerdo del PSEEE con Bildu y con el PNV para arrebatar al PP la capital alavesa. A pequeña escala, habría supuesto una reedición del pacto de Estella, pero con los socialistas dentro. Digo «a pequeña escala» sin que la pequeñez suponga un atenuante. Me refiero al ámbito territorial del acuerdo, no a su cualificación moral. Y lo de la pequeñez es relativo, siendo Vitoria una de las ciudades mayores de Euskadi y la sede de su gobierno, aunque un contubernio de los socialistas con la izquierda abertzale habría resultado igualmente dañino para la democracia en la última pedanía de las Encartaciones.
Pero, ¿por qué no iban a pactar con Bildu?, se preguntan todavía algunos socialistas vascos. ¿Acaso el PNV no pacta también con Bildu? En efecto, el PNV jamás ha tenido escrúpulos para pactar con la izquierda abertzale, pero el PNV no cree deber lealtad alguna a una constitución que considera que les fue impuesta a los vascos, o sea, a los nacionalistas vascos. Exactamente como Bildu; es decir, como Sortu (o sea, como la izquierda abertzale de toda la vida, brazo político de ETA).
El PSE es un partido constitucionalista. Todavía lo es, porque no ha cruzado la línea roja en Vitoria, donde finalmente gobernará el PNV. El PSE ha evitado, a última hora, el suicidio moral que habría supuesto suscribir una réplica municipal del frente de Estella junto a los amigos de los asesinos de Enrique Casas, Fernando Múgica, Fernando Buesa o Ismael Carrasco, entre otros muchos socialistas vascos. Pero es que la posibilidad de hacerlo no tenía siquiera que haberse planteado. Les habría sido suficiente recordar cómo, en 1998 y 1999, cuando el PNV e Izquierda Unida, junto a los partidos que hoy componen Bildu, avalaban la tregua-trampa de ETA, el Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra, con Nicolás Redondo Terreros a la cabeza, estuvo donde debía estar, defendiendo la constitución, como reza el himno de Riego (que no era, por cierto, un bolivariano, sino un liberal monárquico, de los del año doce).
¿Tanto les cuesta recordar estas cosas a los socialistas de Pedro Sánchez? ¿Tienen que bordear necesariamente todas las sentinas que se encuentran en el camino, cayendo en las que les parecen menos hondas? Porque es cierto que Podemos, aunque financiado por el chavismo y por Irán, no es un grupo terrorista (por más que le busque justificaciones a ETA). Pero es un partido antidemocrático, un partido-movimiento y antisistema. Y, por supuesto, un partido anticonstitucional. Que los Felipe González, Joaquín Leguina o Tomás Gómez tengan que recordárselo a los Sánchez y Carmona, a estas alturas, resulta patético.
JON JUARISTI, ABC – 14/06/15