Cristian Campos-El Español
  • Feijóo debe pensar si la España de hoy se parece más a la que escogió conscientemente a Aznar como presidente o la que se conformó con aquel cuya mayor virtud era no ser Zapatero.

1. Xavier García Albiol, presidente del congreso, confirma su fama de duro cuando manda callar al auditorio durante el discurso de Cuca Gamarra. «Aquí se viene a escuchar, no a hablar», riñe a las cotorras de las últimas filas.

Lo cierto es que el auditorio está a reventar (han asistido al congreso 3.600 militantes, pero la cifra me parece incluso corta) y, aunque el PP es un partido de orden y no un rebaño de gatos, mantener un silencio sepulcral parece tarea de titanes.

2. Con Aznar no hace falta regañina. En cuanto empieza a hablar, el auditorio entero cierra el pico y escucha con atención el discurso más duro que yo le he oído al expresidente en mucho tiempo.

Los que se quejaban de que el PP no estaba sabiendo transmitir la gravedad de la crisis por la que atraviesa España (y me miro a mí mismo) tuvimos ayer que recoger cable a toda velocidad.

3. «Si negocias los Presupuestos en una prisión, te asocias con presidiarios y pactas una amnistía con delincuentes, que no te extrañe acabar en la cárcel, porque ese es tu ambiente», dice Aznar.

Y no es la frase más dura que se le oye durante su discurso.

4. Si Aznar fuera mi jefe, sobreentendería de inmediato que esa frase no es una simple sentencia demoledora de las que se introducen en los discursos sabiendo que al día siguiente encabezará todas las crónicas periodísticas, sino que se trata más bien de una orden.

5. ¿Está diciéndole Aznar a Feijóo que no vale con llegar a la Moncloa y olvidarse de todo lo ocurrido en España desde 2017, que es lo que haría Rajoy al grito de «para qué meterse en líos si ya hemos conseguido lo más difícil y pelillos a la mar»?

¿Está diciéndole Aznar a Feijóo que hay que llegar hasta donde haya que llegar? ¿Que si Sánchez debe acabar en la cárcel, que acabe?

Yo interpreto que sí.

6. Un detalle de esos que bastan para confirmar que en el PP de Feijóo los liberales, los conservadores, los duros, los blandos y los socialdemócratas caminan a una detrás de Feijóo. Dice Aznar: «Hay que concentrar en nuestras siglas la confianza de una mayoría ancha, a derecha e izquierda, para conseguir un objetivo que rebasa estas siglas».

Y luego añade: «Y lo voy a repetir para que quede claro».

Y lo repite y queda claro.

«A derecha y a izquierda».

7. Otra frase de Aznar. «Nos jugamos más que la continuidad de un Gobierno nefasto. Nos jugamos la continuidad histórica de la Nación, la separación de poderes, la libertad de expresión y de información, y el Estado de derecho».

¿Apocalíptico? Bueno, lo cierto es que todos los que desde 2018 han calificado de «apocalípticos» los discursos de Aznar han tenido que callar luego cuando las amenazas sobre las que advertía se iban convirtiendo en realidades tangibles y palpables.

Todas.

8. «Me he quedado bastante a gusto», dice Aznar tras finalizar su discurso. No hace falta que lo diga.

Escribe Alberto Prieto en su crónica en EL ESPAÑOL que el discurso de Aznar sonó como una erupción volcánica.

Yo voy más allá: los piroclastos y las bombas de lava de esa erupción volcánica en forma de discurso cayeron ayer directamente en Ferraz. Quien decida acompañar a Sánchez en ese búnker en el que ha decidido morir políticamente sabe ya, por tanto, que al menos una parte del PP no está dispuesta a hacer la vista gorda una vez que el PSOE abandone el poder.

Y que cuanto más se atrincheren en el búnker e insistan en mantener viva una guerra que está perdida, peor para ellos.

9. Otro detalle interesante. Feijóo se salta el protocolo para presentar a los dos ex presidentes del PP, Aznar y Rajoy, y dice (parafraseo de memoria) «he de agradecerles que estén hoy aquí y que hayan respondido ‘a la orden’ tras la convocatoria del congreso».

O mucho me equivoco, o Feijóo ha aprovechado para reivindicar su autoridad y dejar claro que el primus inter pares hoy en el PP es él. Bien hecho.

10. Una ausencia significativa en los discursos de ayer viernes (yo, al menos, no oí ninguna referencia a su memoria). La de Pablo Casado.

Pablo será perdonado algún día por su partido. Pero todavía no ha llegado ese momento.

11. En comparación con el discurso de Aznar, el de Rajoy suena intrascendente. Rajoy no tiene grandes cosas que decir y tampoco parece excesivamente interesado en decirlas.

El discurso de Aznar está estructurado con precisión cuántica y cada palabra tiene el tamaño, el peso y la hondura precisa para transmitir una idea concreta en la forma deseada por su autor.

El de Rajoy parece escrito en diez minutos, como sus crónicas de los partidos del Mundial.

Algunos dicen que ese es parte de su encanto. Yo no puedo evitar interpretarlo como dejadez. Quizá soy injusto, lo sé. Pero es lo que me transmite Rajoy.

12. También es cierto, todo hay que decirlo, que el discurso de Rajoy es mucho más digerible por los no-votantes del PP que el de Aznar. Que el apocalipsis sea verdadero no impide que el agorero sea visto por muchos como un cenizo. Como un cenizo que tiene razón, pero como un cenizo.

13. En cuanto al ambiente, optimismo contenido. El PP se sabe ganador de las próximas elecciones, pero la experiencia de 2023 obliga a extremar las precauciones.

Porque el PP sabe a Sánchez capaz de todo, y lo reconoce abiertamente.

Cuando me encuentro con un cargo del PP catalán que me transmite su optimismo sobre el futuro, le pregunto: «¿Pero no tenéis miedo de que Sánchez os cambie el tablero de juego y plantee las próximas elecciones generales como un referéndum sobre el modelo de Estado con una reforma federalista y republicana que puentee la Constitución y nos conduzca a un conflicto civil?».

La cara de pavor de mi contertulio me confirma que sí. Que en el PP lo ven posible.

14. Estéticamente, y ya me perdonará el lector el detalle frívolo, la superioridad estética del PP de 2025 sobre el PSOE de 2025 es total y absoluta.

Salvo por un tipo de militante muy concreto: el joven militante popular de Nuevas Generaciones, que parece sin excepción (sin excepción) un bosquejo de Borja Sémper, pero en el que no encajan ni el largo de los chinos, ni el color de los náuticos, ni la camisa Silbon, ni la densidad de la barba.

Hay que afilar esa estética, chicos.

15. ¿Es todo el partido una balsa de aceite? No, una aldea poblada por irreductibles antinacionalistas resiste, todavía y como siempre, al invasor. Haberlos, haylos, como las meigas. Pero son inteligentes y saben que el objetivo principal ahora es llegar a la Moncloa. ¡Ya se cruzará el río de los presuntos, hipotéticos y supuestos pactos con los golpistas de provincias cuando llegue el momento!

16. Me dice un periodista mucho más conocedor que yo del funcionamiento orgánico del PP y sus claves internas. «El comité de dirección nacional que ha configurado Feijóo se parece bastante al Consejo de Ministros que nombrará si llega a la Moncloa». En ese comité hay un poco de todo, incluida la cuota de la familia Nadal, sorprendente por inesperada e inexplicable, pero lo que nadie le podrá negar es que supone una renovación del partido prácticamente total.

El PP de Feijóo no se parecerá en nada al de Rajoy y desde luego tampoco al de Aznar.

17. «Una boda y un funeral» dice Puri Beltrán en su podcast de EL ESPAÑOL en referencia al congreso del PP (la boda «de todos los PP») y el comité federal del PSOE (el funeral). Tiene razón.

18. Salgo del pabellón 10 de Ifema y tengo la suerte de pillar un taxi antes de que los 3.600 asistentes al congreso empiecen a formar colas kilométricas a la espera de uno.

Mi conductora es hispanoamericana. Me pregunta qué hay en el pabellón.

Le respondo que el congreso del PP. «¿Esos son los de Sánchez o los otros?». «Los otros», le contesto. «¿Los de Ayuso? A los taxistas nos gusta mucho Ayuso», me informa.

«¿Hay mucha gente dentro?», me pregunta luego. «Mucha. Y todos van a querer taxi en quince minutos», le digo. Y entonces deja un mensaje para sus compañeros. «Chicos, en la entrada norte de Ifema habrá cientos de clientes buscando taxi en quince minutos. Dense mecha».

Y luego añade: «A mí no me gusta la política. Cuando llegué a España hace veinticinco años me sorprendió lo honestos que eran todos. Los políticos españoles robaban, pero poco. Ahora Sánchez roba descaradamente. La España de hoy me recuerda a mi país».

Cuando le pregunto cuál es su país, me responde «Colombia».

19. «Feijóo va a ser mejor presidente que candidato», me dice un alto cargo popular. Y estoy de acuerdo, recordando sin embargo que tanto Aznar como Rajoy parecían también malos candidatos en su momento.

Con una diferencia: Aznar se ganó el gobierno a pulso y lo abandonó voluntariamente tras autoimponerse un plazo límite (personal) que cumplió a rajatabla.

A Rajoy le cayó el gobierno en las manos por causas que no tuvieron nada que ver con su desempeño como candidato y lo dejó caer sin lucharlo.

Por supuesto, esa es la diferencia entre el gobierno de uno y el del otro. Porque uno siempre tiende a cuidar más y mejor aquello que le ha costado sangre, sudor y lágrimas que aquello que le ha caído porque estaba en el momento justo en el lugar adecuado.

El primero, además, tenderá a pensar que los gobiernos se conquistan con garra y firmeza. El otro, que sólo hay que pasar desapercibido hasta que el cadáver pase por delante de tu puerta.

Feijóo debería ser consciente de esa lección y pensar si la España de hoy es la que escogió conscientemente a Aznar como presidente o la que se conformó con aquel cuya mayor virtud era no ser Zapatero.