LA RAZÓN, 13/6/12
El «desarme» propuesto por la banda, que dispone también de 190 armas cortas listas para utilizarse, no garantiza la entrega de todo su arsenal
Madrid- Diez mil kilos de explosivos, entre amonal y cloratita; 190 armas cortas, procedentes del robo de Vauvert en 2006, en perfecto estado de funcionamiento; y 75 militantes, 10 de los cuales están preparados para actuar en cualquier momento. Éste es, según informes coincidentes de expertos antiterroristas de España y Francia, el potencial con que cuenta ETA en la actualidad, por si decide volver a las actividades criminales.
La banda no tiene ninguna intención de entregar los materiales, que esconde en zulos, ya que lo que ha propuesto es un «desarme» (que no contempla su disolución), a cambio de una «solución» para sus presos y la salida del País Vasco y de Navarra de las Fuerzas de Seguridad y de los Ejércitos. El «desarme», según comentó en la cárcel el que fuera jefe «militar» de la banda, Francisco Múgica, «Pakito», consistiría en la destrucción de armas y explosivos, pero sin ninguna garantía de que lo inutilizado constituyera el arsenal completo de la banda, tal y como adelantó LA RAZÓN.
La elevada cantidad de explosivo que ha sido tenida en cuenta en recientes encuentros de las autoridades judiciales y de seguridad de ambos países, según han informado a este periódico fuentes conocedoras del asunto, constituye un motivo de preocupación, ya que no se entiende que una ETA «derrotada», como aún se repite en determinados ámbitos, y sin ninguna intención de volver a cometer atentados, como se asegura en los mismos medios, guarde tamaño arsenal, con el que se pueden perpetrar cientos de acciones criminales, algunas de ellas con gran capacidad de destrucción.
La teoría de la derrota de ETA, acuñada por el Gobierno socialista por motivos puramente electorales, ha permitido a la banda acometer una reorganización «lenta pero paulatina». No les importa asumir el papel de «vencidos» (y hasta «hacerse los muertos», si es necesario) ya que eso les permite, por un lado, avanzar en el terreno político (Bildu y Amaiur son las mejores pruebas) y, a la vez, articular una organización de mínimos (de momento, no les hace falta más) para mantener la amenaza latente.
Las fuentes consultadas subrayan el hecho de que, en la captación de nuevos miembros (confirmada por Europol), la banda haya optado por individuos que no tienen antecedentes policiales, que abandonaron sus domicilios en el País Vasco y Navarra sin estar obligados a ello. Se trata de una «reserva» desconocida, por más que los empeñados en dar a ETA por muerta y enterrada, vayan diciendo, con cierta osadía, que todos los miembros de la banda en activo están perfectamente localizados, sin llegar a explicar las razones por las que no son detenidos. El problema es que lo han contado tantas veces, que ha llegado a publicarse en algún medio informativo.
El arsenal de ETA se completa con máquinas troqueladoras de matrículas, material para falsificación y una cantidad de dinero no determinada, pero que, según las citadas fuentes, le permite una supervivencia de dos años, ya que, al menos por el momento, no tienen que hacer muchos gastos.
Los únicos gastos extra que realiza la banda se derivan de la reactivación, desde finales del año pasado, del subaparato de negociación, llamado «Hanes». En el «cronograma», pactado con nacionalistas y socialistas durante la anterior legislatura a través de mediadores internacionales, se contemplaba la apertura de conversaciones para tratar de los presos y de la «desmilitarización». A este subaparato se incorporó recientemente uno de los etarras que, hasta hace poco, estaba en Cuba. Según las citadas fuentes, en conversaciones conocidas por las Fuerzas de Seguridad, los etarras se refieren al «cubano» como uno de los encargados de una nueva negociación, rechazada de plano por el actual Gobierno.
Como adelantó este periódico, los tres terroristas que trataron de huir desde Cuba a Venezuela (Elena Bárcenas, Javier Pérez Lecue y José Ignacio Echarte), y fueron devueltos a la isla caribeña por el régimen de Chávez, han logrado llegar a Francia y se encuentran en la clandestinidad. Los expertos tenían informaciones de que la banda no se hacía cargo de sus gastos en territorio galo y que eran sus familiares los que les daban el dinero. Por ello, se cree que alguno de los etarras que estaban en Cuba, con más peso «político» que los tres citados, se habría trasladado a Francia.
La «reserva especial»
Una decena de etarras constituyen una especie de «reserva especial» y por su experiencia y entrenamiento, son los que podrían entrar en acción inmediatamente, si ETA lo decide. Un dato que se considera muy preocupante es el de la captación de nuevos militantes (explicable sólo en una organización que tiene voluntad de continuar) y la creciente actividad del «aparato logístico-militar».
LA RAZÓN, 13/6/12