JULIO REY – EL MUNDO – 09/04/17
· 829 vidas segadas por la afilada iniquidad de la guadaña encapuchada de ETA. 43 años de despertares estremecidos. Sangre inocente desbordada por ojales de nueve milímetros. Heridas abiertas. Escépticas. 326 casos de asesinato y 18 casos de secuestro que todavía siguen sin ser esclarecidos, perpetrados con un arsenal clandestino que, si se encontrara, descalabraría la impunidad de sus autores y facilitaría que el dedo de la Justicia los señalara, como el rayo etéreo de un láser óptico, punteándolos entre las dos rendijas para los ojos de sus cobardes caperuzas.
En los bidones entregados ayer, sospecha el CNI, no están todas las armas que son. Pero sí son todas las que están: armas cortas, algunas largas y kilos de diferente material explosivo, temporizadores y material electrónico para elaborar mandos a distancia. Armería impoluta, sin rastros de huellas asesinas delatoras. «Voluntad generosa de ETA», según EH Bildu, «como consecuencia de la superación de un conflicto sin vencedores ni vencidos». Atrezo de peripatética tramoya.
«ETA está en la cárcel, nominalmente existe, pero ya no como organización», convienen miembros destacados de la izquierda abertzale, reconociéndola «una gestora desastrosa que ha llevado a los suyos a la peor de las situaciones imaginables». La excarcelación para los etarras que aún purgan condena, el carpetazo a las investigaciones sobre los delitos no juzgados y un lavado de cara para la banda, tuneándola de mafiosa criminal en ONG socialmente respetable, es la hoja de ruta perfilada por ETA; a cambio, una disolución paulatina y no «humillantemente» reconocida por ellos: de balde total impúdico.
ETA, la mortífera serpiente de colmillos Parabellum, de la que sólo queda ya el puro chasis; pretérito esqueleto, blanqueado por el tenaz cerco policial y la inapelable evolución social, marcada por el implacable paso del tiempo. Sus mensajes de patriótico alfabeto sangriento ya no consiguen predicar en sus antiguos caladeros, mudados, hoy en día, en cotos revolucionarios 3.0, activistas de nueva generación, nada predispuestos a pudrir los huesos de su devocionario 30 años en la cárcel.
«Pusieron luego sus armas en pabellones, se mezclaron libre y alegremente las tropas, y quedó sellada la paz con el mayor contento y armonía… Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción». Es como detalla el general carlista Rafael Maroto la escena, en las campas de Vergara, de su célebre abrazo con el general isabelino Baldomero Espartero, con el que sellaba el convenio que ponía fin, en 1840, a la Primera Guerra Carlista. Más tarde habría más guerras. Y más muertos.
Que ya sea historia.
JULIO REY – EL MUNDO – 09/04/17