Carlos García, LA RAZÓN, 24/1/12
Estas pasadas navidades, muchos teníamos la esperanza de que por fin se terminase la extorsión sutil que el entorno de ETA utiliza para recaudar fondos para sus reclusos leales. En Elorrio y en otros municipios de Euskadi y Navarra, los colaboradores de la causa etarra reparten en mano misivas anónimas desde hace años pidiendo dinero a los comerciantes, hosteleros y pequeños empresarios. No son grandes cantidades, para que cueste justificar una negativa a pagar, pero se lo piden a todos, y se lo cobran a casi todos, y a la inmensa mayoría no les queda más remedio que abonar lo solicitado y la suma de todo supone finalmente una importantísima fuente de financiación. No se puede exigir a quienes sufren esta situación que se enfrenten en solitario a esta extorsión convirtiéndose en verdaderos héroes anónimos, aunque quienes lo hacen son dignos de admiración. La mayoría paga por el miedo que ETA y su entorno infunde como una macabra estrategia de marketing, planteada con métodos mafiosos, ya que quien no paga sabe que su nombre y su negocio figurará en la lista negra de impagos, una macabra lista en la que nadie quiere estar. Por ello, el Estado de Derecho tiene que aplicarse para que esta situación deje de producirse. ¿Por qué nadie firma las cartas en las que se pide el dinero? ¿Por qué no entregan recibo a nadie? ¿Por qué no dan un número de cuenta? Y la respuesta está clara: los propios recaudadores saben que no es dinero limpio, porque su reclamo comercial no es otro que el miedo y, por lo tanto, el Estado de Derecho debe conseguir que quienes lo sientan las navidades que viene sean los recaudadores y no los extorsionados. Ese día, el día que desaparezca su principal estrategia de marketing, la estrategia del miedo, el negocio de ETA estará acabado.
Carlos García, LA RAZÓN, 24/1/12