Blog De Santiago González
La anunciada conferencia que impartieron al alimón el asesino José Ramón López de Abetxuko y el abogado de terroristas y terrorista él mismo Txema Matanzas, qué admirable caso de justicia poética el de su apellido, se celebró contra viento y marea, sin que la Universidad ni el Gobierno vasco atendieran las peticiones de cancelarla formuladas por colectivos de víctimas, la Delegación del Gobierno en el País Vasco y varios partidos políticos. López de Abetxuko cumplió condena de 30 años por los asesinatos de Jesús Velasco, jefe de Miñones de Álava y el jefe de la Policía Municipal de Vitoria, Eugenio Lázaro. Matanzas cumplió los diez años a los que fue condenado en el macrosumario 19/98 como integrante de ETA en el Frente de Makos.
Covite, que también exigió la prohibición del acto, hizo saber que la conferencia se celebraría en el aulario de la UPV de Vitoria, edificio desde el que el terrorista Asier Karreras accionó el coche bomba con el que Fernando Buesa y su escolta Jorge Díez fueron asesinados el 22 de febrero de 2000. Hubo una manifestación de protesta frente al aulario, poca cosa, un centenar de personas. La UPV, lo de siempre, vamos, se acogió a la libertad de expresión, que ampara en opinión de la Universidad a los terroristas como conferenciantes. No se puede negar una íntima coherencia en el hecho de que el alma mater acoja en su seno a los hijos más o menos golfos a los que antes proveyó de un título universitario sin necesidad de someterse al trance de los exámenes por el que deben pasar los vascos normales, que no están estresados por su entrega épica a la causa de la patria. O de la matria.
Abetxuko era ayer un terrorista que impartía doctrina. Había sido excarcelado después de que el Ayuntamiento de Vitoria así lo solicitase con los votos del PNV, EH Bildu y PSE-PSOE. Ayer se negó a responder a la pregunta de El Mundo sobre un posible arrepentimiento por sus crímenes. No era el caso.
También se producía una venturosa coincidencia por tratarse ayer del Día de los Derechos Humanos, que naturalmente celebran los victimarios, porque las víctimas, propiamente dichas, fueron asesinadas por aquellos. Esto es siempre así. En el Parlamento vasco tuvimos como diputado al jefe de la banda terrorista, Josu Ternera, hasta que tomó el olivo cuando se malició que iba a ser procesado por el atentado contra la casa-cuartel de Zaragoza. Allá por el año 2001, el Parlamento vasco constituyó la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara y Euskal Herritarrok, que era como entonces se llamaba Herri Batasuna tuvo la ocurrencia de designar como miembro de la misma por su parte a Josu Ternera. ¿Quién sabrá valorar con más justeza a las víctimas que su asesino? Preguntado por el tema Iñigo Urkullu, que entonces era presidente del Bizkai Buru Batzar, respondió: “es un dato esperanzador que quien en el pasado se ha relacionado con los derechos humanos en negativo pueda participar y aceptar el juego de las mayorías.”
Los asesinos son recibido con algazara por la chusma de sus pueblos y la Universidad, alma mater, ama erraiak, les pone tarima y cátedra. Las víctimas pueden protestar fuera. De momento.