Eduardo Uriarte y Javier Elorrieta Uriarte creen que la organización está en su momento más débil, sin «capacidad operativa», y «puede ser vencida ahora». «ETA tiene los días contados», sentencian. Ambos rememoran para EL MERCURIO su época en la banda como unos años de «enajenación y euforia enfermiza».
«Estaba borracho de poder, con una euforia enfermiza». Así describe Eduardo Uriarte la época en que se integró a ETA a fines de los años 60. Una época marcada por la polarización política, en plena dictadura de Franco, en que el movimiento se presentaba como una opción idealista «para restaurar la democracia y la libertad», cuenta.
Eduardo Uriarte (65) y Javier Elorrieta (62), ex militantes de ETA, relataron a «El Mercurio» sus primeros años en la banda. «Había un ambiente de inmolación religiosa, de clandestinidad; ser guerrillero era casi como ser misionero. Pero no había un componente perverso ni criminal», dice Uriarte.
Ambos se arrepienten de su militancia, más que nada porque se sienten responsables en parte de que ETA se haya convertido en lo que es hoy. Pero era un momento distinto, «no lo justifico, pero lo comprendo», añade Uriarte. ETA ha matado a más de 800 personas durante sus 50 años de historia.
Los ex integrantes aseguran que en los 70 ETA se vuelve una banda terrorista tras el atentado de 1974 contra la cafetería Rolando, en Madrid, en el que murieron 18 personas. «Lo que fue un instrumento político pasó a ser violencia como la única garantía de las conquistas revolucionarias, donde lo único puro y que vale es la violencia», señala Elorrieta.
Importantes líderes de la banda han sido capturados este año, por eso Uriarte sentencia que «ETA tiene los días contados». Ambos creen que la organización está en su momento más débil, sin «capacidad operativa», y «puede ser vencida ahora». Los ex etarras lo atribuyen en gran parte a la acción policial coordinada de España y Francia, y a la labor de la justicia.
Subrayan, eso sí, que es un error negociar, porque las concesiones «sólo sirven de estímulo del terrorismo», tal como hasta el momento ha ocurrido con las cesiones de autonomía. «Son como un niño maleducado y mimado que nunca se da por satisfecho. Se les ofrece una cosa y siempre piden más», sentencia Elorrieta. Y agrega que la lucha independentista del País Vasco «no tiene argumentos históricos, políticos ni democráticos», y sus demandas son injustificadas.
Uriarte y Elorrieta comparan a los etarras con los nazis por su fanatismo, totalitarismo y nacionalismo exacerbado, donde las críticas se ven como una traición. «En nuestra época, ETA no era tan cerrada. Fue años después que se cerró al resto de la sociedad y comenzó a verlos a todos como enemigos», dice Uriarte.
Cuando empezó esta radicalización, Elorrieta se exilió en Francia. Uriarte fue encarcelado en 1969 y condenado a dos penas de muerte por delitos terroristas. Fue liberado en 1977, cuando se declaró una amnistía para los presos políticos del franquismo.
Hoy, ambos viven custodiados las 24 horas del día debido a las amenazas y formaron una fundación para defender los principios democráticos que ETA vulnera; en parte, dicen, por la responsabilidad que sienten de haber sido parte del nacimiento de una banda terrorista. El mismo espíritu que los llevó a unirse a ETA hoy los impulsa a trabajar por detenerla, dicen.
El vínculo mapuche
ETA se ha ido expandiendo en las últimas décadas, y los supuestos lazos de la banda con distintas guerrillas y pueblos en conflicto, como las FARC y los grupos radicales mapuches, dan cuenta de ello. Elorrieta y Uriarte no dudan en vincular estas relaciones con un esfuerzo de ETA por validarse a nivel internacional como parte del «movimiento de los pueblos oprimidos y legitimar su lucha». Pero también tiene que ver con una publicidad dentro del País Vasco, donde se muestran como un grupo que «da una legitimidad liberadora» a la guerrilla y a algunos pueblos.
EL MERCURIO (Santiago de Chile), 28/11/2010