La creciente preponderancia en la banda del componente racista sobre el comunista se refleja en el último número de su boletín interno «Zutabe», donde ataca a los residentes no vascos.
Si bien el PNV sigue condenando la violencia de ETA, ésta asume cada día más el discurso del partido dirigido por Josu Jon Imaz, en lo que parece una exacerbación en ambos grupos de su componente más abiertamente xenófoba.
El análisis histórico, primer punto de coincidencia
En el último número de Zutabe, boletín interno de la banda, los terroristas afirman que «Euskal Herria ha vivido, sobre todo a partir de mediados del siglo XX, un violento proceso de inmigración que provocó un cambio total en la población y un terremoto en la población local». Las que denomina «oleadas humanas» no llegaron al País Vasco por «un proceso casual», sino respondiendo a «una planificación económica y política concretas». Según el texto dado a conocer ayer por Europa Press, la banda piensa que «muchos pueblos euskaldunes se llenaron al cabo de pocos años de ciudadanos españoles, doblando su población, triplicándola o cuadruplicándola, transformando totalmente la naturaleza de esos pueblos».
En el Aberri Eguna de 2000, celebrado el 23 de abril de ese año, Xabier Arzalluz anticipaba estos argumentos al culpar a los «inmigrantes» de que no se hubiese alcanzado ya la independencia: «En este país, durante cuarenta años, hubo una inmigración tremenda… Muy bien, buscaban su trabajo. Pero ellos diluyeron el mal que había hecho Franco, porque si no hubiera sido por la inmigración habríamos podido hacer un referéndum de autodeterminación y ganarlo tranquilamente».
Segundo punto de acuerdo: la falta de «integración»
Zutabe acusa asimismo a las personas que llegan al País Vasco desde otras zonas de España de que «no han mostrado voluntad ninguna para integrarse, respetar los derechos, la identidad y el idioma de Euskal Herria». Incluso acusa al Estado de utilizar a esa población como «colonos», una terminología que parecía reservarse hasta ahora para el conflicto palestino-israelí. Muchos de estos colonos «no han querido integrarse en el pueblo sin hacer dejación de su cultura… Desprecian nuestra lengua y educación… Vienen a nuestro pueblo viven como si estuvieran en España y en Francia».
Es el mismo lenguaje del ya ex dirigente del PNV, Xabier Arzalluz, cuando reprochó en aquel discurso a los inmigrantes: «¿Es mucho pedir que no pisen lo nuestro y que sus hijos aprendan la lengua de aquí?», como si el mismo Juan José Ibarretxe no se hubiese visto forzado a aprender euskera a marchas forzadas cuando dio el salto desde la consejería de Economía y fue designado por su partido candidato a lendakari.
Tercera concordancia: perspectivas sobre el derecho de voto
En el artículo de Zutabe, ETA considera que el asunto de la «inmigración» ha sido hasta ahora tabú, aunque «es un factor que tendrá incidencia en el momento de decidir nuestro futuro», en clara referencia al referéndum previsto en el plan Ibarretxe.
Arzalluz fue, en la ocasión mencionada, mucho más explícito que el grupo terrorista: «Tenemos un pueblo dividido. Ha venido mucha gente de fuera. No creo que los vascos nos hayamos portado mal con la gente de fuera, y ahora parece que éstos quieren apropiarse de nuestro país… No puede concebirse que los de fuera se conviertan por los votos en dueños de nuestra casa, que así se vaya perdiendo nuestra identidad». Y censuró «que los de fuera, con el voto de fuera sean los dueños de la casa. Y perdamos todo nuestro ser y nuestra esencia porque a algunos no les interesa en absoluto. Y menos aún, si las cosas van así, por medio de la colaboración de algunos de aquí».
Regreso de todo el nacionalismo a sus orígenes
ETA, pues, hace suya la vieja tesis de «los alemanes en Mallorca», en lo que parece una vuelta generalizada y unánime de todo el nacionalismo vasco, de derechas o de izquierdas, terrorista o no terrorista, a las esencias del pensamiento de Sabino Arana, fundador del PNV: «Que pueda decirse, en estos tiempos de esclavitud, que hay en Bizkaya una numerosísima colonia española. Pero nunca, que estamos confundidos con los maketos», dijo el prócer en 1894.
Eso sí, era más duro en cuanto a la mallorquinización de los no vascos: «Podrían establecerse en Bizkaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrían naturalizarse en la misma»; y las Juntas Generales decidirían si los españoles «habrían de ser expulsados, no autorizándoles en los primeros años de independencia la entrada en territorio bizkaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación».
El autor de esta frase goza de estatua en Bilbao desde el pasado 30 de noviembre.
EL SEMANAL DIGITAL, 5/1/2004