ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Le ha faltado tiempo al nuevo fiscal general, Álvaro García, para acudir en auxilio de los terroristas

Sánchez necesita desesperadamente que ETA no exista. Reconocer su dependencia parlamentaria de Bildu, dominada por Sortu, brazo político de una organización terrorista con más de 850 muertos en su haber, no es algo que luzca en el currículo de un candidato a dirigir algún organismo internacional bien considerado y mejor retribuido, horizonte que aguarda al actual líder socialista en cuanto se celebren las elecciones y los ciudadanos emitan su veredicto.

De ahí su empeño en negar la evidencia. Esto es, la vinculación directa entre sus socios y unos asesinos que regaron España de sangre para conseguir los fines invocados por Arnaldo Otegui. Tan flagrante y estrecha es esa relación, que hasta el propio presidente expresó sus condolencias al grupo independentista vasco cuando uno de esos pistoleros se suicidó en su celda. ¿Cabe mayor evidencia de hasta qué punto es consciente de con quién se juega los cuartos?

Sánchez necesita desesperadamente que ETA no exista, pero ETA existe. No mata, pero existe. No extorsiona a empresarios mediante el envío de cartas selladas con el anagrama del hacha y la serpiente, porque ejerce un chantaje infinitamente más lucrativo, merced a un gobierno dispuesto a ceder ante sus exigencias sin otra contrapartida que la de prestarle sus votos. Ni en sus mejores sueños se habría imaginado la banda gozar de semejante chollo.

Sánchez necesita desesperadamente que ETA no exista, pero ETA existe. Y como existe, vela por su gentuza. Quienes empuñaron las armas en nombre de la causa son objeto de esmeradas atenciones por parte de los demás miembros de la organización, integrantes de otros tentáculos. Ahí están los actos de homenaje tributados a los criminales que salen de prisión, casi siempre antes de tiempo y jamás arrepentidos ni mucho menos dispuestos a colaborar en el esclarecimiento de los más de trescientos atentados pendientes de resolución, como nueva humillación a las víctimas y a la dignidad de esta nación escarnecida. Ahí está la infame retorsión de la Justicia destinada a brindar impunidad a esas alimañas.

Acabamos de verlo en el caso de Miguel Ángel Blanco, reabierto gracias a la tenacidad de la asociación Dignidad y Justicia, que pretendía hacer pagar ese crimen abyecto a quienes constituían la cúpula etarra en julio de 1997: «Antza», «Anboto» e «Iñaki de Rentería». Le ha faltado tiempo al nuevo fiscal general, Álvaro García, para acudir en auxilio de los terroristas y abogar por la prescripción del delito. No en vano asistía a mítines del PSOE en Galicia. Ahora que ese partido lo ha encumbrado hasta donde está, toca mostrarse proclive a lo que conviene al líder. A saber, sacar cuanto antes de la cárcel a toda esa basura, cumplir así con lo pactado en su día por Zapatero y contribuir a que se lleve a cabo lo que tenga a bien disponer Bildu. Porque ETA no existe, pero manda.