Editorial-El País
La democracia no debe permitir a la banda lavar su historia criminal
Como no podía ser de otra manera, ETA está convirtiendo su inapelable derrota en una cuidadosa campaña de lavado de cara. Junto al anuncio de la largamente esperada noticia de su final definitivo, va introduciendo entre líneas pequeñas píldoras para convertir sus crímenes en una gesta heroica que sus militantes no tuvieron más remedio que asumir. Y apunta ya que los suyos seguirán luchando por el proyecto que los llevó a tomar las armas hace más de 50 años. En el comunicado en el que adelantaban hace un par de semanas que ayer anunciarían su disolución definitiva —como en un coreografía, cada paso está cuidadosamente estudiado—, los etarras se remitían al bombardeo de Gernika para realzar su historia: “heredamos aquella violencia y aquel lamento, y nos corresponde a nosotros y nosotras que las generaciones venideras recojan otro futuro”. En el texto que leyeron ayer Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, y Soledad Iparraguirre, Amboto —dos históricos de la banda— señalaban que seguirán “la lucha por una Euskal Herria reunificada, independiente, socialista, euskaldún y no patriarcal en otros ámbitos, cada cual donde lo considere más oportuno, con la responsabilidad y honestidad de siempre”. Un lirismo inaceptable para camuflar una historia marcada por el terror y la muerte.
ETA, con la complicidad de aquellos que no terminan de condenar sus crímenes, está empeñada en construir un relato en que su historial de violencia gratuita pase como un episodio secundario, aunque doloroso —“lo sentimos de veras”, afirmaron en su anterior comunicado—, en su larga lucha por la constitución del Estado Vasco. La nueva época, con la banda de pistoleros fuera ya de circulación, pasa por “materializar el derecho a decidir”, un paso necesario para “lograr el reconocimiento nacional”. El nuevo traje a la medida es el del independentismo de izquierdas.
La representación de esta muerte de la organización terrorista tan insistentemente publicitada terminará hoy en Cambo-les-Bains (Francia). La cita la ha organizado el Grupo Internacional de Contacto, el Foro Social Permanente y Bake Bidea, y el sentido de esta fase final de la puesta en escena no es otro que el de trasladar que hubo gente de fuera que tuvo que mediar para facilitar el final del conflicto.
Y las cosas no fueron así. ETA fue derrotada por las fuerzas de seguridad del Estado, no hubo mediación internacional de ningún tipo para precipitar su fin. Los más de 850 muertos que dejó por el camino, los secuestros, las extorsiones, la atmósfera de violencia que impuso en la sociedad vasca con su mensaje totalitario no sirvieron de nada. ETA desaparece, empieza el futuro. Una tarea, que no es menor, es la de combatir el falso relato que pretende establecer de una misión heroica que nunca fue tal, y en esto deben remar juntas todas las fuerzas de una democracia que ETA se empeñó en destruir. Tiempo habrá, por lo demás, para tratar de la situación de los presos: se resolverá siguiendo los cauces ya establecidos, sin que pueda interpretarse nunca como una concesión política al final de la organización. Sin olvidar nunca que la justicia tiene todavía pendientes muchos crímenes sin resolver. Colaborar en su resolución sería la mejor fórmula para dejar el pasado definitivamente atrás.