La banda puede intentar dar marcha atrás, como hizo en el 2001 después de poner al borde de la muerte con nueve tiros al gendarme Gerard Laurrudé cerca de Pau, y decir que Francia no es objetivo. Pero cuando han provocado la primera muerte las cosas ya no pueden volver a ser como antes.
Cuando Josu Ternera salió corriendo, en octubre de 1987, del chalet de la localidad francesa de Saint Pée sur Nivelle en el que tenía instalada la sede la oficina política de ETA, entre los muchos papeles abandonados había un informe en el que se recriminaba a la rama «político militar» haber hecho estallar en 1984 una bomba en territorio español, pero activada desde suelo francés.
El informe aseguraba: «En el contexto de nuestra lucha (aquel atentado) transgrede uno de los puntos más importantes de nuestra estrategia: no hacer acciones armadas en o desde territorio francés».
Los etarras han sido conscientes de que actuar en Francia era uno de los límites que asumían por su propio interés y por eso, cada vez que alguien proponía atentar en suelo galo, se encontraba con el rechazo. Así ocurrió, por ejemplo, en el debate desarrollado entre el 2002 y el 2003 y en el posterior entre el 2007 y el 2009. ETA sabía que por mal que le fueran las cosas, si atacaba a Francia en su territorio todavía podían irle peor.
«No pensamos que la Organización (ETA) deba abrir una actividad permanente y amplia de cara al Estado francés, ya que más que beneficios puede provocar un daño mayor», escribía un miembro de la banda en ese último debate. Otro indicaba que «no se dan las condiciones» en el País Vasco francés «para abrir una línea armada permanente de gran intensidad» que tendría más perjuicios que beneficios.
Un tercer terrorista mostraba sus dudas ya que, por un lado, aseguraba que atentar en Francia «no podemos negar que nos lo pide el corazón», pero por otro lado temía que si daban ese paso el Gobierno de París podría incrementar «las vías represivas (¡más sí!) poniendo en riesgo la estructura de la organización».
La tarde del martes, sin embargo, los etarras dieron ese paso que nunca antes se habían atrevido a dar matando a un policía francés de manera deliberada e intencionada, aunque no hubiera sido planificada con anterioridad.
El crimen del brigadier Jean-Serge Nerin convierte a ETA en un problema de seguridad interna de Francia. Ya no es sólo un problema de seguridad del Gobierno español con el que las autoridades de París colaboran eficaz y lealmente para solucionarlo. ETA es ya una amenaza para los funcionarios de policía franceses tanto como lo es para los españoles y esa circunstancia, a buen seguro, tiene consecuencias en los dispositivos antiterroristas galos.
La banda puede intentar dar marcha atrás, como hizo en el 2001 después de poner al borde de la muerte con nueve tiros al gendarme Gerard Laurrudé cerca de Pau, y decir que Francia no es objetivo. Pero cuando han provocado la primera muerte las cosas ya no pueden volver a ser como antes.
La prueba es que ya en estos momentos el Gobierno francés tiene que hacer frente a las presiones de los sindicatos policiales que reclaman medidas más enérgicas contra la banda terrorista ETA.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 18/3/2010