FLORENCIO DOMÍNGUEZ-El Correo

Al pedir perdón por una parte de sus crímenes, los etarras están diciendo que el resto de asesinatos estuvo justificado

Apenas un mes después de que ETA anunciara el final del terrorismo en octubre de 2011, dirigentes de la banda hicieron unas declaraciones en las que ya expresaban la importancia que le daban a lo que ellos mismos llaman la batalla del relato. Habían sido derrotados por el Estado, pero estaban interesados en que en la sociedad vasca quedara una versión justificadora de su historia terrorista. El comunicado difundido ayer es un texto elaborado para exculparse de los crímenes cometidos. ETA es incapaz de decir que sus asesinatos fueron injustos, igual que Sortu fue incapaz el 10 de marzo de secundar la convocatoria hecha por el lehendakari con el mismo lema en el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.

ETA se encontraba presionada por la sociedad vasca y por las instituciones para que hiciera una autocrítica. Además, en este momento crepuscular de su historia, le interesaba quedar bien con la corte de invitados internacionales que puede acompañarle en su despedida dentro de algunos días. El resultado de ese doble factor es un comunicado en el que la banda hace como que pide perdón, pero en realidad lo que hace es justificarse, quitarse responsabilidades de encima, como si sus miembros hubieran sido obligados a matar, y transferirlas a terceros.

Merece la pena examinar despacio la doble declaración difundida ayer por ETA, tanto el comunicado sobre el «daño causado» como la nota explicativa complementaria y resaltar algunos aspectos:

Petición de perdón: ETA formula esta petición sólo para las víctimas de sus errores y después de haber dejado constancia de que esos crímenes los habían cometido ‘obligados’ por las circunstancias de su guerra. Las víctimas ‘equivocadas’ son alrededor del 44% de los civiles asesinados por ETA. El resto de víctimas no son consideradas «errores» sino objetivos legítimos. Se desprende, por tanto, que estuvo bien matarlos. A fin de cuentas, si ETA ha prohibido a sus presos arrepentirse, tampoco se va arrepentir la organización como tal.

Reconocimiento del daño: ETA dice que reconoce el daño que ha causado. Siempre lo ha reconocido. Con cada comunicado en el que asumían un crimen o un atentado de cualquier tipo estaban reconocimiento ese daño. La declaración no aporta nada, por tanto. Aportaría si admitiera que fue un daño ilegítimo, pero no lo hacen.

Actividades injustas: ETA entiende que algunos consideren que sus actividades fueron injustas, pero la banda no asume esa declaración. Por tanto, hay que entender que las considera justas. No reconoce la ilegitimidad de sus asesinatos ni de su enfrentamiento contra el Estado de Derecho. La banda tampoco se ha planteado disculparse ante el Estado democrático porque, a fin de cuentas, sus víctimas fueron víctimas vicarias, elegidas muchas veces al azar para escenificar su enfrentamiento contra el Estado. El objetivo real eran las instituciones democráticas, no los particulares asesinados y la petición de perdón se la debe a esas instituciones que nos representan a todos.

Exculpación: ETA no se siente responsable de la violencia que ha perpetrado. El sufrimiento estaba antes que ETA, dice, e invoca el bombardeo de Gernika –ayer se olvidaron de la conquista de Navarra en 1512 y hasta de la batalla de Roncesvalles– para asegurar que tras ese episodio de la Guerra Civil heredaron la violencia. Los etarras no son capaces de reconocer que mataron porque así lo decidieron libremente, que nadie les obligó a hacerlo, que han utilizado las armas para conseguir sus objetivos políticos por el camino más corto. El terrorismo se consideró la herramienta más eficaz y por ello la utilizaron hasta que las instituciones del Estado les obligaron a renunciar.

El comunicado de ayer cita Gernika como justificación de la historia de los terroristas, pero oculta que el 95% de los asesinatos de ETA se cometieron en democracia. El bombardeo de la villa foral no justifica los crímenes cometidos por la banda terrorista a lo largo de medio siglo. Por cierto, merece la pena recordar que el anuncio de la desaparición de ETA va a coincidir prácticamente con el 50 aniversario del primer asesinato de este grupo, el del guardia civil José Antonio Pardines, cometido el 7 de junio de 1968.

Una mentira confesa: ETA, en su «nota explicativa», dice que ha asumido todos los atentados que ha cometido en los diferentes comunicados que ha difundido a lo largo de la historia, lo cual no es cierto. Ha asumido la mayoría de sus crímenes, pero no todos. Por poner sólo un ejemplo: los etarras no han reconocido ni han dado explicaciones sobre los tres trabajadores asesinados en Francia en 1973, cuyos cuerpos fueron hechos desaparecer. ETA podría aprovechar su despedida para informar sobre el paradero de los cuerpos para que sus familiares les den la sepultura que merecen. Y ya que van a escenificar en Francia la despedida, que se lo comuniquen a las autoridades de ese país ya que es allí donde se supone que están los cuerpos. El IRA al que tanto imitan los etarras proporcionó informaron sobre las tumbas de algunos de sus desaparecidos.

Al hilo de esta mentira, la ‘nota’ de ETA habla de acciones violentas «no esclarecidas» de las que no se conoce la autoría. No se refiere en ningún caso a los más de trescientos asesinatos de la propia ETA no esclarecidos y pendientes de recibir la justicia que corresponde.

Culpas compartidas: el comunicado de ayer, un párrafo después de hablar de «las acciones de las fuerzas (de seguridad) del Estado» y de «las fuerzas autonomistas», pide que «reconozcamos todos la responsabilidad contraída y el daño causado». Esta afirmación se encuadra dentro de la estrategia de diluir responsabilidades por el terrorismo practicado a la que está entregada la izquierda abertzale: todos tenemos alguna culpa que reconocer y ETA sólo es uno más en ese océano de culpas. Quieren llegar a la situación denunciada por Hanna Arendt: «Donde todo el mundo es culpable, nadie lo es».

FLORENCIO DOMÍNGUEZ Director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo