Florencio Domínguez, EL CORREO 06/11/12
El pasado mes de agosto, el que fuera responsable de relaciones internacionales de Batasuna Joseba Alvarez, en una entrevista difundida por Internet, manifestaba que «es evidente que no va a haber solución política sin solución del tema de los presos. No ha habido ningún conflicto en el mundo que se haya resuelto teniendo 700 presos en la cárcel para una población de tres millones».
La idea de que ETA no se disolverá sin «solucionar» el problema de sus presos no es exclusiva de la izquierda abertzale. Se repite con frecuencia en otros espacios políticos con la misma convicción con que hasta hace poco tiempo se aseguraba que la banda no podía ser derrotada. La conclusión que se extraía de esta última afirmación era que había que negociar con ETA, igual que ahora se dice que hay que discutir con la banda sobre las «consecuencias del conflicto», empezando por la situación de los presos.
Se sostiene que para avanzar hacia la disolución de ETA hay que empezar por poner en libertad a sus presos, con la fórmula que sea, ya que ahí la antigua Batasuna se muestra flexible. Esa es la lógica de ETA y Batasuna a la que cabe oponer otra lógica bien distinta que permite sostener que es la persistencia del grupo terrorista la que impide reducir el número de presos y que mejoren sus condiciones carcelarias.
Cuando ETA anunció la tregua de septiembre de 1998, había 535 reclusos. Un año después, todavía en alto el fuego, la cifra había disminuido a 407. En los periodos de cese del terrorismo, aparte de haber menos detenciones, la benevolencia judicial es mayor. Tal vez por ello Carlos Garaikoetxea afirmó entonces que los jueces eran los únicos que habían reaccionado a la tregua de ETA. Esa reacción se manifestó en un número insólitamente alto de puestas en libertad provisional durante el alto el fuego.
Cuando llegó la tregua de marzo de 2006 había unos 660 presos vinculados a la banda. El 20 de octubre del pasado año, cuando se anunció el abandono del terrorismo, el número de reclusos era de 702. Si ETA no hubiera reanudado sus actividades con el atentado de la T-4, la cifra de internos sería hoy sensiblemente inferior. Entre 2007 y 2011 fueron excarcelados 186 reclusos de manera definitiva por cumplimiento de condena, enfermedad grave o absolución y otro centenar más logró la libertad provisional. Solo con esos datos, sin medidas extraordinarias, en cinco años hubiera habido un 43% menos de reclusos, pero la banda continuó con sus actividades implicando en ellas a cientos de militantes y simpatizantes que han acabado en la cárcel. En el periodo indicado se ha producido el encarcelamiento de 325 personas acusadas de actividades vinculadas a ETA.
La continuidad de la banda no sólo no ha contribuido a mejorar la situación penitenciaria de sus reclusos, sino que ha provocado que el flujo de ingresos en prisión se mantenga estable. En el último año ha disminuido el número de arrestos, igual que ocurre cada vez que ETA cesa en sus actividades, pero las detenciones no han desaparecido por completo porque las responsabilidades penales de los terroristas siguen ahí.
Diez de los 18 presuntos etarras detenidos en lo que va de año en Francia se vincularon con la banda después de la ruptura de la tregua de 2006. Si entonces ETA hubiera puesto fin a su historia, hoy no habría ningún cargo contra esos diez detenidos y en vez de estar en la cárcel estarían en su casa. El número de presos sería hoy notablemente inferior al que es y la dispersión, con toda seguridad, sería cosa del pasado. La existencia de ETA resulta contraproducente para sus propios presos y cuanto más dilate su desaparición, más les estará perjudicando.
Florencio Domínguez, EL CORREO 06/11/12