ETA ha cometido ya todos los atentados, ha escrito todos los comunicados que su falta de capacidades literarias le permite, ha enumerado todas las torpes sinrazones del psicópata. Sería muy deseable que nuestros políticos las den ya por descontadas y que los periodistas no nos empeñemos tanto en el porqué.
Los terroristas, es lo que tiene su afición, no ponen mucho cuidado en los detalles, no se puede estar en todo. Quizá por eso, o tal vez por otra causa, el encargado de la llamada dijo la marca del coche y la hora; también el lugar, la Universidad, pero no especificó cuál. El hecho de que la llamada fuera hecha a la DYA de Vitoria hizo pensar a los responsables policiales que el coche bomba se encontraba en el campus de Alava.
El atentado ha dejado tras de sí un saldo de 29 personas con heridas leves, una conmoción considerable en Pamplona y un montón de preguntas inútiles. Tenía razón ayer el ministro del Interior al decir que tanto da si la omisión del dato preciso era un error del terrorista o una ocultación voluntaria. También la tenía al ser preguntado sobre si era una respuesta de ETA a las detenciones de dos días antes: «Puede ser, puede no ser. Yo no voy a entrar en eso. No comento nunca las intenciones de ETA, pertenece al ámbito operativo de las Fuerzas de Seguridad del Estado».
Es difícil encontrar palabras nuevas para tanta barbarie tan antigua. Quizá por eso, el portavoz del PSOE en el Congreso condenó «el brutal y atroz atentado», y la «bajeza moral» de sus autores al atentar contra un centro «de pensamiento, cultura y estudio». Alonso ha sido ministro del Interior y sabe perfectamente que hace ya décadas que ETA tiene en el punto de mira a toda la sociedad española, que tiene entre sus víctimas niños, ancianos y mujeres embarazadas.
Al presidente del Gobierno navarro también debió de cogerle desprevenido la noticia. «No podemos bajar la guardia», dijo, antes de declarar que «vamos a estar siempre dispuestos a ir contra esta gente que no respeta ni siquiera una institución como la Universidad, que tanto representa para nuestra Comunidad, y también para toda España».
Era el 10º atentado realizado mediante coche bomba desde que ETA puso fin a la tregua a finales de 2006 en la T-4; el sexto que sufre la Universidad de Navarra desde 1979. En su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid asesinó ETA a Francisco Tomás y Valiente el 14 de febrero de 1996. El 9 de junio de 1995, ETA atentó en el centro de San Sebastián, frente a su casa, contra Enrique Nieto, máximo responsable en Guipúzcoa de la lucha antiterrorista, que murió después de una larga etapa en coma. Un intelectual vasco, ya fallecido, se preguntó retóricamente si los terroristas sabrían que la calle en la que cometieron el crimen se llamaba Sancho el Sabio.
El penúltimo coche bomba contra la Universidad de Navarra hizo explosión el 23 de mayo de 2002, dos años después de la ruptura de la tregua de Lizarra, a pocos metros de donde colocaron el Peugeot 307 blanco de ayer. No es improbable que en el comunicado que hagan público dentro de unos días vuelvan a explicar la barbarie con palabras ya trilladas tras otros atentados contra esta Universidad, por ser el «centro político espiritual y económico» donde se forja la clase «tecnocrática y centralista» que se opone a la reivindicación nacionalista sobre Navarra.
ETA ha cometido ya todos los atentados, ha escrito todos los comunicados que su falta de capacidades literarias le permite, ha enumerado todas las torpes sinrazones del psicópata. Sería muy deseable que nuestros políticos las den ya por descontadas y que los periodistas no nos empeñemos tanto en el porqué. La respuesta estaba en una gran tautología enunciada por Jon Juaristi hace bastantes años: «En Euskadi se mata porque hay mucho asesino suelto». Eso es todo.
Santiago González, EL MUNDO, 31/10/2008