Da la sensación de que etarras y mediadores escenifican gestos acordados de antemano con la idea de presentar a la banda como un grupo henchido de buenas intenciones, lo que obligaría al Gobierno a realizar gestos en consonancia con esa supuesta buena voluntad.
El reciente baile de comunicados y gestos intercambiados entre la banda terrorista ETA y los llamados mediadores internacionales -en el que se pretende, sobre todo, organizar la agenda del Gobierno-, falla por la base: resulta imposible verificar un alto el fuego que no se ha anunciado oficialmente como tal.
Da la sensación de que los mediadores, imbuidos de una metodología que ha podido servir para ayudar a resolver otros conflictos, pretenden aplicar de manera mecánica una plantilla que no está acreditado que pueda servir para arreglar un terrorismo, el etarra, que es incomparable, desde luego, con un problema de la envergadura del de Sudáfrica. No hay dos conflictos iguales en el mundo y por ello parece imposible que pueda haber dos soluciones idénticas.
Parece que aquí, en Euskadi, existe un cierto nivel de discrepancia entre la trama política del mundo etarra, que quiere hacer política y estar en los ayuntamientos, y la dirección de la banda, empeñada en que le pidamos perdón por no sé qué, le demos las gracias por no matar y le justifiquemos alborozados medio siglo de sangre.
Si frente al anterior comunicado de la banda la respuesta del Gobierno fue detener a nueve supuestos etarras, podemos esperar que ante este nuevo emplazamiento de los terroristas haga lo propio.
Da la sensación de que etarras y mediadores escenifican gestos acordados en secreto de antemano con la idea de presentar a la banda ante la opinión pública como un grupo henchido de buenas intenciones, lo que obligaría al Gobierno de España a realizar gestos equivalentes en consonancia con esa supuesta buena voluntad.
Es cierto que tanto en la frecuencia como en el contenido de los comunicados etarras hay síntomas que hablan de su debilidad; es cierto que se pueden detectar indicios terminales en su palabrería y es evidente que este último comunicado ha tenido una repercusión ínfima en los medios de comunicación. En cualquier caso, no parece muy serio iniciar un proceso para el fin del terrorismo proponiendo «analizar conjuntamente los pasos que tienen que darse para una solución democrática», como dice el último comunicado de la banda. Este y otros latiguillos parecen prestados por los mediadores a los etarras. Si realmente se quiere dejar de matar, hay un camino que resulta más rápido y menos alambicado: anunciar oficialmente que se deja de matar; decir que la decisión es irreversible y que entra en vigor desde el minuto siguiente de emisión del comunicado. A partir de ese momento la situación cambiaría radicalmente y, después de un tiempo prudencial para verificar el anuncio, se abriría una nueva situación en la que se podría estudiar qué hacer con los presos de la banda, por ejemplo.
José María Calleja, EL CORREO, 21/9/2010