Arcadi Espada-El Mundo
LA GENIALIDAD táctica del juez Llarena que España celebra está cargada de malas noticias, y voy a enumerarlas:
1. Un Estado democrático deja de perseguir a un grupo de presuntos delincuentes, hoy fugados, que conspiraron para destruirlo.
2. Si como insinúa el auto de retirada de la euroorden, el juez belga habría concluido contra el criterio del fiscal que Puigdemont no debía ser juzgado, según el código penal de Bélgica, por los delitos de rebelión y secesión, lo mejor que puede hacer Europa es asumir que no existe ni como territorio moral ni como territorio jurídico.
3. Al no agotar la vía de los recursos ni propiciar, en consecuencia, la presión española y de otros Estados europeos sobre Bélgica, el juez Llarena asume de facto que España es un Estado de derecho de baja calidad, cuyas decisiones judiciales pueden ser eficazmente impugnadas por otro Estado miembro de la Unión. Es así que mañana dirá un puigdemont: «La Justicia española no se atreve ni a ser examinada por otros tribunales europeos».
4. En el balbuceante auto de supresión de la euroorden, donde como para darse ánimos escribe el juez que «los investigados parecen [sic] haber mostrado su intención de retornar a España», se insiste en la necesidad de no colocar en «peor derecho» a los encarcelados que a los fugados ante la hipótesis de que los primeros respondieran por delitos más graves que los segundos. Una hipótesis sin duda aberrante. Pero los ciudadanos españoles hubiéramos esperado de un juez del Supremo estudio y dedicación para contrarrestarla y no la confortable vía de la suspensión de la euroorden. Por lo demás compárese el peor derecho de los encarcelados con esta vida de los euroliberados solo privada de pisar la nación hollada por los ocupantes.
5. Indirectamente, el juez Llarena da cobertura legal al establecimiento de un gobierno catalán en el exilio. La supresión de cualquier medida cautelar y una libertad de movimientos casi ilimitada permitirán que Puigdemont teledirija la política catalana si los independentistas obtienen mayoría el 21 de diciembre. Y que celebre en Bruselas, semanalmente, las ruedas de prensa posteriores a las reuniones de gobierno. ¡Por no hablar de las propias reuniones de gobierno! La evidencia insufrible de una vida global y una justicia local.
6. Unos cuantos miles de independentistas viajan hoy vociferantes a Bruselas. Pero ya no habrá necesidad. El euroliberado Puigdemont ya puede dar mítines en Cataluña. En la llamada Catalunya Nord, naturalmente. Se aventura un emocionante cierre de campaña en Perpiñán. Contrariamente a lo que suponíamos no será Puigdemont el holograma. Será la Justicia el holograma.