LA VELOCIDAD de sus giros, volteretas y rectificaciones convierte en un acto profundamente injusto la crítica al Psodemos del Camarada Sánchez, vulgar «compañero» antes de emprender, puño en alto, la tarea de sublevar a «los parias de la tierra». Hace tres días estaba a favor del Tratado de Libre Comercio UE-Canadá, que las Cortes refrendarán o vetarán el jueves. Anteayer, según Narbona, estaba en contra. Menos mal que no lo critiqué, porque ayer, tras posar con Moscovici, Sánchez anunció su abstención, el Europsé. Si hoy se hace la foto con el Dalai Lama votaría en blanco; y si lo suyo con Pablenin se institucionaliza en Instagram, pueden rodear juntos el Congreso en vez de ir a votar. En rigor, Pedro es casi el único que puede decir «no nos representan», aunque lo haga Pablo. O no. En fin, un lío.
El noesnó contra Rajoy era sencillo, y si lo llamamos Pedronono fue porque nos llevaba a las terceras elecciones generales en seis meses, pero lo podía entender cualquiera. Con apoyo escolar, hasta Adriana Lastra, que ha explicado la «nación de naciones» diciendo que Asturias es un Principado y España, un reino; y que ambas formas de gobierno coexisten bien. ¿Cómo le explicas que el Principado de Asturias es el del Reino de España, si va camino de los 40, es asturiana y no lo entiende? Francamente difícil.
Lo de Europa es peor. Papeles y más papeles, y más tratados, y más papeles. ¡Con lo fácil que es decir noesnó y salvar a la Amazonía! La fórmula de Pablenin es simplicísima: «No queremos tratados de libre comercio, lo que queremos es que miles de niños no mueran de hambre buscando en los contenedores de basura». Claro, que entonces llega Rivera, le dice «celebro que por fin se preocupe por Venezuela» y lo joroba. A Pablenin le da igual pero no al Camarada Sánchez, que busca votos en la escombrera podemita sin perder los pocos que dejó en el PSOE.
Como el oportunismo volatinero de su partido en política exterior es de antes de ZP, Pedrosisi podría recuperar aquel «de entrada no» de Felipe sobre la OTAN, firmado con la URSS en diciembre de 1977 por Felipe, Guerra y Boyer, y reconvertido luego en «Sí, por el bien de España». Luego el no era para nuestro mal. Pero el cambiazo del demagogo sevillano fue refrendado por el telepueblo porque lo hizo en cuatro años, ¡no en cuatro minutos!