Editorial-El Español

Después de la discreta primera ronda de negociaciones directas el pasado 16 de mayo, las primeras entre Moscú y Kiev en tres años, quedó claro que Vladímir Putin no está interesado en llegar a un alto el fuego en Ucrania.

Aunque en Estambul se acordó un intercambio masivo de prisioneros, el Kremlin no ha querido dar nuevos pasos en el acercamiento. Tras su llamada con Putin la semana pasada, Donald Trump anunció que Moscú y Kiev reanudarían las conversaciones. Pero el dictador ruso no ratificó que estas fueran a producirse inmediatamente, ni asumió el compromiso de un fin próximo de las hostilidades.

De hecho, aunque Trump afirma en público que Rusia actúa de buena fe, en privado reconoce lo contrario. El lunes trasladó a los líderes europeos que Putin no quiere la paz, convencido como está de que va ganando la guerra.

En cualquier caso, la intensificación de los ataques indiscriminados contra la población civil ucraniana durante las noches del viernes y el sábado, y la apertura de una nueva ofensiva en el frente este de Ucrania, ofrecen la confirmación inequívoca de que Putin no busca en modo alguno avanzar hacia un alto el fuego.

En la madrugada del domingo, Rusia lanzó un bombardeo con drones suicidas y misiles sobre 22 ciudades ucranianas, incluida Kiev, que sembraron el terror en todo el país y dejaron 13 fallecidos y más de 60 heridos. Es el ataque masivo más grande que ha lanzado Putin desde que empezó su invasión a gran escala.

La constatación de que la vía diplomática de Washington es inconducente supone un llamado a que Europa asuma un mayor protagonismo en el apoyo militar y financiero a Ucrania. Porque, pese a admitir que Putin está difiriendo el alto el fuego, la Casa Blanca no se muestra por la labor de aumentar la presión sobre Rusia.

De hecho, Trump se está echando atrás respecto a las insinuaciones que hizo antes de su llamada con Putin, cuando se planteaba endurecer las sanciones a Rusia. Se ha negado a adoptar nuevas medidas punitivas, y ha vuelto a la idea de avanzar con «conversaciones preliminares» entre Moscú y Kiev en un escenario neutral.

Trump tendrá que retratarse y determinar si mantiene o no las exportaciones de armas estadounidenses a Ucrania, el legado de la Administración Biden que está manteniendo el oxígeno a Kiev. Pero parece claro que los socios europeos no pueden confiar en que EEUU vaya a obligar a Putin a sentarse en la mesa de negociación.

Bien está que la Unión Europea se muestre decidida a extremar su marcaje sobre Benjamin Netanyahu para empujarle a un alto en fuego en Gaza, con iniciativas como la revisión del Acuerdo de Asociación con Israel acordada el pasado martes. O, incluso, adoptando sanciones individuales e imponiendo un embargo de armas a Israel, como ha defendido este domingo José Manuel Albares.

Pero Ucrania es el otro gran asunto en el que Europa se juega su futuro. Y respecto a él, los socios deben mostrar idéntica resolución a la que están demostrando con Israel.

El liderazgo que han asumido Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia ha de traducirse en la aprobación de un nuevo y más ambicioso paquete de sanciones a Rusia. Y en una actitud más contundente frente a Putin, para forzarle a aceptar el alto el fuego que EEUU no parece dispuesto a imponerle.