Editorial de ABC 19/04/14
· Cataluña forma parte de la UE, porque forma parte de España. En el improbable e indeseable caso de que se desgajase de España, no podría permanecer en la Unión.
Uno de los elementos que aparece reiteradamente en el pensamiento político del nacionalismo secesionista catalán es esa obsesión por considerarse el centro universal del debate, como si el resto del mundo tuviera que estar irremediablemente viviendo al ritmo de sus propias ensoñaciones. La prueba más evidente es esa teoría de los asesores de Artur Más según la cual en caso de una hipotética independencia de Cataluña, poco importa lo que digan los tratados europeos y la legislación internacional, puesto que están convencidos de que los intereses de lo que consideran que representa Cataluña en la economía europea llevaría a los dirigentes comunitarios a tener que reconsiderar sus propias convicciones y a buscar un camino para que pudiera permanecer en el seno de la UE. Nada más lejos de la realidad: la base de la existencia de la propia UE está en el respecto escrupuloso de los tratados. Sin reglas, Europa se desmoronaría.
La Comisión Europea no puede inmiscuirse en la organización territorial de un estado miembro, por la sencilla razón de que cada país tiene su propio modelo y no podría decir que tiene preferencia por uno, sin que ello pudiera ser entendido como un desprecio hacia otro. Pero eso no quiere decir que en Bruselas estén de acuerdo con una deriva nacionalista que consiste en proclamar que el objetivo de un colectivo es levantar una nueva frontera donde no la había, basándose en una ideología nacionalista cimentada en culpar al prójimo de los problemas propios y en declararse permanentemente víctima de agravios inexistentes.
Para la UE no es lo mismo intentar poner de acuerdo a 28 países que prepararse para aceptar una Europa en la que cualquier región pueda declararse lista para la autodeterminación y para gestionar un interminable «trencadís» de nacionalismos. Porque en su afán por verse a sí mismos como un fenómeno único y admirable, los soberanistas no se dan cuenta de que si ellos se saliesen con la suya, sentarían un precedente que llenaría al continente de fronteras.
Y lo que dicen las reglas es evidente: Cataluña forma parte de la UE, porque forma parte de España. En el improbable e indeseable caso de que se desgajase de España, no podría permanecer en la Unión. Y esto no solo porque lo dicen los tratados (tal como ha explicado concienzudamente ABC) sino porque siendo el objetivo de la propia UE el crear una unión lo más estrecha posible entre sus miembros, no parece sencillo explicar el sentido de ruptura egoísta que encarnan las aspiraciones soberanistas. Sobre todo ahora que España empieza a salir de la crisis financiera, lo último que la Comisión desea es que la cuarta economía de la zona euro entrase en una crisis política territorial.
Editorial de ABC 19/04/14