Macron es el ganador de la primera vuelta con una ventaja de en torno a un punto y medio sobre Le Pen. Según todas las proyecciones, el que fuera ministro de Finanzas de Hollande podría contar con los votos de aquellos que consideran necesario frenar el proyecto antieuropeo y xenófobo que representa la candidata ultraderechista.
El aspirante socialista Benoît Hamon y el ex primer ministro Manuel Valls, así como el aspirante de Los Republicanos François Fillon, pidieron el voto para Macron el próximo 7 de mayo. De esta forma, como ya ocurrió en Austria y en Holanda, los ciudadanos franceses podrían frenar el avance del populismo, que, sin embargo, ha logrado en Francia un progreso preocupante.
Porque no podemos obviar que casi un 45% de los franceses han elegido opciones que rechazan el proyecto y los valores que representa la Unión Europea. Al resultado de la extrema derecha hay que sumar el 19,5% logrado por la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon, que ayer dejó claro que no apoyará a Macron en la segunda vuelta. Ambos partidos populistas y antisistema han defendido la posibilidad de un Frexit y el fin de la V República si acceden al poder. Aupados por la ola de desencanto y desilusión general con los partidos tradicionales, la falta de perspectivas económicas, el aumento del número de inmigrantes y refugiados que llegan cada año al país y la inseguridad que generan los continuos atentados islamistas, Mélenchon y Le Pen han encontrado un notable apoyo entre los electores.
Aunque gracias al sistema electoral no podrán ocupar las instituciones, el próximo presidente tendrá que afrontar la insatisfacción ciudadana que se canaliza a través de estos dos movimientos y que subyace en la sociedad francesa. Con la victoria de Macron, el modelo de estabilidad que inaugurara De Gaulle en 1958 parece garantizado, aunque tendrá que someterse a una profunda revisión.
Es la primera vez en la historia reciente de Francia que ninguno de los dos partidos que han gobernado el país desde hace casi 60 años accede a la segunda vuelta en unas presidenciales. El Partido Socialista que diseñara François Mitterrand a principios de los 70 está amenazado de desaparición después de obtener la mayor derrota de toda su historia con un escaso 6% de los votos. La nefasta gestión de Hollande durante los últimos cinco años le llevó a convertirse en el primer presidente de la República que renunció a optar a un segundo mandato, dejando al PS descabezado.
Por su parte, la derecha moderada, que ha logrado un insuficiente tercer puesto, está sumida también en una profunda crisis de liderazgo tras esta derrota. Los dos partidos tradicionales han pagado muy caro el error que supuso un concepto de democracia directa mal entendido con la celebración de unas primarias abiertas para elegir al candidato y que resultaron un auténtico fracaso. En ambos casos, militantes y simpatizantes se decantaron de manera suicida por los peores líderes posibles. Las inesperadas derrotas de Valls en el PS y de Sarkozy y Juppé en Los Republicanos obligaron a ambos partidos a concurrir con candidatos peores. A Fillon le han pasado factura los graves casos de corrupción que aparecieron durante la campaña. Se negó a ceder el testigo a otro candidato pese a la erosión que sufrió su credibilidad.
Ese grave error dejó vía libre a un Macron que sólo puede presentar como aval los dos años en los que estuvo en el Gobierno de Hollande, pero que se ha convertido en la única opción con posibilidades de derrotar a Le Pen en el espectro del votante moderado. Sin embargo, carece tanto de un programa bien definido y concreto como de un partido con implantación en todo el territorio, lo que sin duda es un gran hándicap, teniendo en cuenta que las elecciones legislativas se celebrarán el 11 de junio. Es el tiempo que tiene el futuro presidente para definir su propuesta política y articular un partido aún inexistente que apoye su gestión en el Parlamento.
Dentro de dos semanas, los franceses pueden frenar con su voto a Marine Le Pen, pero Europa sigue amenazada por la crisis de credibilidad que está favoreciendo el impulso del populismo y que ha minado a los partidos tradicionales.