Iñaki Ezkerra-El Correo
- El presidente quiso meter al PP europeo en el mismo saco del nazismo y el franquismo
Inició lo que creía una actuación estelar adelgazando teatralmente la voz, recurriendo a ese tonillo de pureta de congregación colegial, de mosquito muerto, de ‘sin pecado concebido’ que pone siempre que vende una milonga. Y trató de vender unos escasos logros en la presidencia de turno del Consejo de la UE a los que ni siquiera aludió en su discurso la misma Von der Leyen que antes lo miraba como a la niña de sus ojos. Así de fría es la política. Quien ayer te halagó hoy se ahorra hasta un mínimo gesto de elemental cortesía porque te sabe amortizado. La presidenta de la Comisión Europea se olía lo que le esperaba a Sánchez y lo dejó caer. Lo que le esperaba a Sánchez era la sombra de Didier Reynders desmintiendo esa despreocupación que le atribuía Bolaños con respecto a la ley de amnistía hecha a la medida de Puigdemont. Lo que le esperaba era el propio Puigdemont frustrado por no oír a toda la Eurocámara hablando catalán y lanzándole una regañina que era una obscena explicitación del chantaje. Lo que le esperaba era ese Manfred Weber al que le habló de los nazis antes de darle la espalda, y de dejarle con la palabra en la boca, o ese memorable rapapolvo de Dolors Montserrat que fue la demostración de que se puede hablar con rotundidad sin caer en los disparates de Abascal, que cargan de munición a nuestra aún más disparatada extrema izquierda.
En la eurosesión del miércoles, Sánchez preguntó a Weber si «su plan sería devolver a las calles y plazas de Berlín los nombres de los líderes del Tercer Reich» como Vox y PP están haciendo con «insignes personas vinculadas con la dictadura franquista». Pero, por antidemocrático y condenable que fuera el franquismo, su homologación con el nazismo es a todas luces una hipérbole que convertiría en colaboracionista al propio Eisenhower, el héroe de Normandía, que visitó la España de 1959. Sánchez no ha leído a Hannah Arendt y no sabe que en ‘Los orígenes del totalitarismo’ solo comparecen como totalitarios el comunismo estalinista y el nazismo hitleriano, mientras se descarta como tales al régimen de Franco e incluso al de Mussolini, que era despreciado por Hitler como una débil imitación del nazismo. Sánchez quiso meter al PP europeo en el mismo saco del nazismo, el franquismo y la España anterior a él. No entendió que esas técnicas no le valen en Europa.
Sí. Lo vimos caer el miércoles en Estrasburgo y Von der Leyen no solo miró a otro lado mientras caía, sino que atribuyó a su propia gestión los mismos logros que Sánchez había atribuido a la suya. Así es la política de cruel. Por cierto, ¿sabe EuroSánchez que una de las razones por las que Hannah Arendt no consideró totalitario el fascismo fue porque Mussolini respetó cierta independencia del poder judicial?