Editorial-El Correo
- Las instituciones no pueden mirar hacia otro lado cuando la economía vasca crece la mitad que la española
La economía española y la vasca han mantenido tradicionalmente una evolución similar, con crecimientos parejos que se inclinaban por escaso margen a favor de una u otra en función de factores coyunturales. De ahí que resulte sorprendente la brecha abierta entre ambas en los últimos meses que, lejos de reducirse, se sigue ensanchando y ha adquirido dimensiones desconocidas. Resulta excepcional que el PIB de Euskadi solo aumente la mitad que el nacional -el 1,8% anual en el tercer trimestre, frente al 3,4%- por mucho que este último se haya convertido en la inesperada locomotora de la Eurozona al calor del extraordinario auge del turismo. Aunque ese sector tiene un peso muy dispar en ambos tejidos productivos -también en nuestra comunidad ha mejorado con fuerza-, su diferencia en modo alguno explica un desacoplamiento de tal calibre, que advierte sobre problemas que, sin ofrecer por ahora motivos para el alarmismo, invitan a la reflexión y nublan de incertidumbre el horizonte.
El Eustat ha elevado dos décimas la expansión entre julio y septiembre que había calculado inicialmente. Además, al revisar el resultado del pasado ejercicio conforme a la nueva metodología implantada por la UE, lo mejora de forma sustancial al estimar un avance de Euskadi del 2,7% en lugar del 1,8%. Ese repunte saca brillo a 2023 a costa de poner de relieve la actual desaceleración, atribuible en buena medida a la inquietante atonía de la industria. Un pilar básico de una economía exportadora como la vasca al que está pasando factura el estancamiento de Alemania y Francia, nuestros principales clientes. El buen comportamiento de la inversión, en especial la de bienes de equipo, aporta una dosis de optimismo al insinuar que las empresas prevén un ligero alza de la demanda a medio plazo. Ojalá que esas expectativas no se vean frustradas por el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca con una política comercial marcadamente proteccionista.
Euskadi solo está aprovechando de forma tangencial el rebufo de la muy pujante economía española. Pese a un alto gasto público que ejerce como elemento tractor del PIB, existe el riesgo de que un hipotético freno del turismo pare en seco su crecimiento si la industria, la construcción y el gasto de las familias no adquieren un renovado dinamismo. Las instituciones no pueden ignorar una realidad que les impide tanto sacar pecho como mirar hacia otro lado.