Florencio Domínguez, EL CORREO 18/12/12
Este fin de semana desde dos puntos del espacio político se ha invocado como argumento de debate público el caso griego. En una ocasión como modelo y en otra como amenaza. Cayo Lara, reelegido líder de Izquierda Unida, ha calificado a la coalición que encabeza como «la Syriza española» en referencia a la formación griega de izquierdas convertida en uno de los ejes del sistema político heleno merced al derrumbe del Pasok, los socialistas tradicionales. Lara quiere evocar la posibilidad de que IU suceda al PSOE como referente de la izquierda española.
La segunda referencia a Grecia procede del portavoz parlamentario de EH Bildu, Julen Arzuaga, quien el domingo advertía al nuevo lehendakari de que si aplica políticas económicas de austeridad puede hacer que el País Vasco acabe como Grecia. A la izquierda abertzale, que hace tres semanas compartía foro de debate en Glasgow con representantes de Syriza, le preocupa que se pueda llegar a la situación de desahucio económico de Grecia. Ocurre que no han sido las políticas de austeridad las que han provocado la crisis griega sino todo lo contrario. Han sido el despilfarro de los recursos, la falsedad contable a gran escala, la desviación de las ayudas europeas, el asalto de los fondos públicos por parte de intereses privados, el fraude, la ineficiencia y la corrupción social generalizada y tolerada lo que ha conducido a esa situación. El País Vasco no será ejemplar, pero está a años luz de estas prácticas.
El novelista Petros Markaris, hombre de izquierdas, en sus escritos y en sus declaraciones públicas viene haciendo un ilustrativo diagnóstico forense de cómo Grecia ha llegado a la situación en que se encuentra. Markaris ha descrito también uno de los defectos fundamentales de Grecia: el clientelismo. Ha explicado cómo, tras la llegada al poder del primer gobierno socialista, el Pasok comenzó a colocar a su gente en los puestos claves. «Sin embargo, no se conformaron solo con los puestos clave, y muy pronto todo el aparato estaba en manos de miembros del Pasok y sus contactos. Casi uno de cada dos militantes del partido obtuvo durante estos años un puesto en la Administración. Desde entonces, todos los gobiernos han comulgado con esta política de enchufes», añade Markaris.
Del clientelismo sí que no estamos a salvo ni el País Vasco ni en el resto de España. El catedrático de la UPV-EHU Roberto Velasco, que acaba de publicar el libro «Las cloacas de la economía» en el que analiza «la economía del lado oscuro», en palabras del exministro Juan Manuel Eguiagaray, ha estudiado la relación entre clientelismo político y corrupción. Velasco considera que el nivel de corrupción en el País Vasco es inferior al conjunto de España y lo achaca al predominio de «empresarios de verdad» frente a lo que califica de «negociantes». Subraya que el fenómeno del clientelismo –el cambio de decisiones administrativas por votos– ha sido especialmente acusado en regiones como Andalucía y Galicia, aunque advierte de que «tampoco son despreciables las actuaciones clientelares de los partidos que han gobernado durante décadas en otras comunidades autónomas (casos del PNV en Euskadi, CiU en Cataluña y el PP en Castilla y León), donde el objetivo central parecía ser terminar con el paro de la militancia y otros asuntos bastante menos honorables».
Florencio Domínguez, EL CORREO 18/12/12