Olatz Barriuso-El Correo

  • La intensa puesta en escena del final de la legislatura abre paso a una campaña disruptiva y novedosa, que se escribirá con códigos inéditos y con la incertidumbre del peso del debate nacional tras el resultado en Galicia

La intensa escenificación del final de la legislatura vasca -con un lehendakari ya de salida pero con inusitado protagonismo político y con un consenso inédito y un ritmo implacable en la aprobación de leyes- está siendo tan extraño y rompedor como la campaña a la que abrirá paso. Celebrado ya este viernes el que con toda probabilidad será el último pleno en el que Iñigo Urkullu tome la palabra, Euskadi entra en el tiempo de descuento para las próximas elecciones vascas, pero no sólo. Se adentra también en territorio desconocido al afrontar una cita con las urnas en la que nada es como solía y en la que los partidos deben manejarse no sólo con candidatos sin apenas experiencia en estas lides sino también con códigos diferentes a los habituales.

Para empezar, porque las encuestas publicadas hasta la fecha rompen uno de los mitos del imaginario electoral vasco, el de la imbatibilidad del PNV. Los jeltzales han ganado todos los comicios autonómicos en democracia salvo los de 1986, en los que el PSE-EE se impuso en escaños (no en votos). Ahora, el sondeo de Ikerfel para EL CORREO pronostica un triunfo de EH Bildu con 27 parlamentarios frente a los 26-25 del PNV mientras que el Sociómetro del Gobierno vasco se apunta a la tesis del empate a 27.

El hecho de que el combate entre las dos siglas del nacionalismo esté tan disputado no ha abonado, curiosamente, una polarización extrema al estilo Sánchez-Feijóo. Aquí llega el primer factor disruptivo de esta campaña, digno de analizar en las facultades de Ciencia Política. La pelea ha ‘peneuvizado’ a Bildu, que ha teñido de moderación su mensaje -sin renunciar a la baza del nuevo estatus, una de las claves de la próxima legislatura vasca- y que esta misma semana anunciaba los integrantes de sus listas haciendo hincapié en su perfil profesional: una socióloga, un experto en inteligencia artificial, un ingeniero en obra civil… Hasta tal punto ha cobrado protagonismo como elemento central de la campaña el cuidado marketing de la coalición soberanista que este sábado el burukide del EBB Koldo Mediavilla contabilizaba las veces -seis- que Arnaldo Otegi se refirió en un reciente acto público al candidato Pello Otxandiano como «profesor». «Ya no es el dogmático analista elegido en 2016 para alimentar la refundación de Sortu. La radicalidad ha adoptado aires burgueses, con americanas por doquier».

El lehendakari también se ha tomado su tiempo para radiografiar las intervenciones de Otxandiano y hacer notar, por ejemplo, que el aspirante evita definirse en castellano como independentista aunque sí lo hace en euskera. Urkullu, en su despedida de la tribuna de oradores del Parlamento -si se cumplen los pronósticos que apuntan al 21 de abril como fecha electoral- se despachó con un discurso de ‘desmontaje’ de la nueva EH Bildu que ha marcado el verdadero arranque de la campaña ya en toda su crudeza, con la peculiaridad de que el todavía jefe del Ejecutivo de Vitoria no se presenta a las elecciones y que el candidato, Imanol Pradales, mantiene un perfil mucho más templado. Tanto efecto ha tenido que ayer EH Bildu se permitió elevar el tono para acusar a Urkullu de dejarse llevar por el «enfado» de no repetir como candidato y «abandonar el decoro» que se presupone al cargo, hasta convertirse en «una rémora importante en la coyuntura política actual».

La reunión que el lehendakari celebrará mañana con Andoni Ortuzar y Eneko Andueza también ha escocido a la izquierda abertzale, consciente de haberse convertido en el objetivo político a batir. Las tripas de los sondeos revelan posibles transferencias de voto a su sigla desde todos los partidos, excepto PP y Vox. El candidato socialista ya les acusa de mirarse en el espejo fallido del Govern y la campaña va subiendo de temperatura aunque los temas candentes siguen centrados en la sanidad, la emancipación juvenil o la exigencia del euskera para la función pública.

La cita a tres en Ajuria Enea sirve a diversos propósitos a la vez: intentar cerrar la brecha entre Urkullu y Sabin Etxea que Bildu intenta reabrir, brindar a Andueza la posibilidad de poner en valor la solidez de la alianza con el PNV tras el roto que le hizo a su campaña el pacto de sus compañeros navarros con Bildu en Pamplona y escenificar el patrocinio conjunto de tres nuevas transferencias -Cercanías, homologación de títulos y fase de acogida a inmigrantes- que es difícil, sin embargo, que lleguen esta semana porque aún no se han convocado las comisiones técnicas correspondientes.

Es una incógnita también cómo afectará el resultado de esta noche en las gallegas al pulso de la campaña, aunque las peculiaridades de la contienda vasca hacen más difícil que se convierta en una tercera vuelta de las generales. «Si nadie sale contento en Galicia, la campaña se ‘españolizará’», analiza, sin embargo, un dirigente nacionalista. Andueza ya ha comprometido con Pedro Sánchez, aprovechando un café en la convención del PSOE en A Coruña, una intensa presencia del presidente en campaña. En mitad de un ciclo electoral que vivirá otro punto de inflexión en las europeas de junio, tanto Feijóo como Yolanda Díaz aprovecharán el foco vasco para intentar recobrar fuelle. Entre tanta incertidumbre, sólo parece claro que el termómetro de la confrontación seguirá subiendo.