IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Para espionaje antidemocrático, el que hubo en Euskadi al servicio de ETA

A Aitor Esteban le preocupa mucho el CNI y también si la Guardia Civil o la Policía Nacional hacen uso de Pegasus. Su preocupación le ha llevado a pedirle a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados que se cerciore de que no es así. Lo hacía el mismo miércoles en que el Defensor del Pueblo certificaba que el espionaje del servicio español de Inteligencia a los líderes independentistas se había realizado conforme a la Constitución y la ley, sin que mediara ninguna motivación ideológica. Pero eso a Aitor Esteban le da igual. Él va a seguir velando las esencias de nuestra democracia, o sea, insistiendo machaconamente en ese discurso de la sospecha contra esas instituciones, que no tiene nada de interesado ni de ideológico.

Lo que llama la atención del insobornable y extemporáneo celo que manifiesta Aitor Esteban respecto a la legalidad de esas escuchas a unos sediciosos es su contraste con la llamativa despreocupación histórica que su partido mostró, a lo largo de décadas, ante el espionaje mafioso y la organizada red de seguimientos de todo tipo (físicos, fiscales, bancarios…) a los que fue sometida una parte de la ciudadanía vasca mientras ETA extorsionaba y asesinaba. Hablo de todo ese entramado social de chivatillos y correveidiles infiltrado en los órganos y los centros oficiales, la hostelería, los barrios, las escaleras de vecinos, la Administración o la banca, que hacía posible que los terroristas conocieran tu dirección postal, tus rutinas, tus amistades o tu cuenta corriente y que el que se compraba un BMW o un buen piso, o cobraba una herencia, no tardara en recibir la consabida cartita exigiéndole el llamado ‘impuesto revolucionario’.

Hablo de la Euskadi de los seguimientos, las delaciones, las orejas atentas, el personajillo ése que miraba distraídamente la dirección que figuraba en el sobre o el paquete que acababas de recoger en la oficina de Correos, o del que se quedaba disimuladamente con el número del portal en el que te veía entrar. Hablo de toda esa peña entrañable que quedó impune y que ahora parece que nunca existió; que se movió en la sombra y que permanece en la sombra con el secreto bien guardado de a quién delató para que lo mataran. Hablo de ese EuskoPegasus que vive entre nosotros con la basura oculta de su pasado de miseria moral. Y es que, señor Esteban, para Pegasus el que tuvimos en el País Vasco durante el tiempo en que duró ETA. Eso sí que era espionaje antidemocrático. Si los que lo padecimos hoy podemos recordarlo es gracias a esa misma Guardia Civil, a esa misma Policía Nacional y a ese mismo CNI que hicieron bien su trabajo mientras los celosos demócratas de su partido se unían al grito de «¡que se vayan!».