Luis Ventoso-ABC
No hay que ser Holmes para deducir lo acordado por Sánchez y Junqueras
Asistimos a hechos prodigiosos en la esotérica relación entre el Gobierno de España y las fuerzas pro sediciosas catalanas que laboran para quebrarla. Recién inhabilitado Torra por el Supremo, Sánchez anuncia que la próxima semana visitará en Barcelona al dirigente xenófobo, al que hace un mes le colgaba el teléfono y que ya está de salida (un encuentro que desautoriza de facto al más alto tribunal español). En paralelo, en el ocurrente circo Monty Python -en el Parlament del «seny»- hemos visto a varios presos sediciosos, condenados a importantes penas, recibidos como héroes para ofrecer mítines pro golpe en la cámara donde fraguaron sus delitos (Junqueras anunció sin ambages que en cuanto pueda repetirá el levantamiento de 2017). Ni un reproche o advertencia del Gobierno, atareadísimo en la vigilancia de cada chorrada inane de los abascalianos. Y es que sin el plácet de Junqueras no hay Moncloa para Pedro y Begoña.
El mundo al revés del sanchismo, untuoso con los separatistas y colérico con los constitucionalistas leales a España, lógicamente irrita a la mayoría silenciosa, incluidos muchos votantes socialistas. Pero la nave avanza, empujada por el pacto secreto Sánchez-Junqueras y camuflada por un aparato de propaganda del PSOE que aspira a liquidar el principio de verdad objetiva. No hay que ser Sherlock Holmes para deducir el guión que han escrito Iceta e Illa, la gente espabilada del PSC: Junqueras sostiene a Sánchez en La Moncloa y a cambio el sanchismo se compromete a sacarlo de la cárcel y facilitarle la llave de la Generalitat. Indultarlo resultaba inviable, pues se trata de un delincuente obsesivo que enfatiza su intención de reincidir. Pero ya se ha encontrado el atajo: retorcer el Código Penal para suavizar a la carta el delito de sedición y liberarlo. El líder de la insurrección antiespañola de 2017 volvería a la política por la puerta grande para dirigir tras las próximas autonómicas el nuevo Gobierno tripartito catalán: ERC-PSC-Comunes.
Hace solo cuatro meses que Junqueras fue condenado a 13 años de cárcel y otros tantos de inhabilitación. La respuesta del separatismo fue, literalmente, incendiar las calles. Hoy la justicia española inhabilita a Torra y apenas arden cuatro contenedores. Resulta evidente que la violencia callejera está teledirigida desde la cúpula separatista de despacho y traje, que modula el frente borroka según va el pulso con Madrid. Ahora toca bajarles el volumen a los CDR y los Tsunamis, porque Sánchez es una bicoca: el primer presidente de España capaz de mercadear con la unidad nacional a cambio de aguantar en su poltrona. En realidad la etapa de Felipe González fue un raro oasis y el PSOE vuelve a su ser. En su congreso de 1976 todavía defendía «la República federal de trabajadores» con «una Constitución que garantice el derecho de autodeterminación». Tal vez Sánchez no esté haciendo más que recuperar la verdadera alma de su partido, históricamente siempre más cercano a los nacionalismos centrífugos que a lo que llamaba con desprecio «la oligarquía centralizadora».