IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Lo que se espera de Feijóo es la suficiente energía política para salir investido como digno depositario de una expectativa

La concentración del domingo habrá confortado a sus asistentes con una descarga de adrenalina y es probable que haya inyectado a Feijóo, que ofrecía síntomas de decaída tras el fiasco electoral, un chute de autoestima. Hoy sabremos si ese impulso de combatividad le ha transmitido suficiente energía para formular ante el Congreso la clase de propuesta política que demanda el momento de una nación a punto de sufrir un grave golpe contra su dignidad colectiva. El candidato del PP no va a salir elegido presidente, pero sí investido como jefe de la oposición, es decir, como depositario de una expectativa. Y lo que sus votantes reales y potenciales quieren oír no es un discurso-letanía repleto de medidas sociales y económicas que no podrán llevarse a cabo cuando la investidura resulte fallida, sino un proyecto de regeneración institucional y ética capaz de merecer la inevitable espera de una oportunidad propicia. Ya no se trata de «derogar el sanchismo» porque esa posibilidad se disipó en una decepción imprevista: ahora toca demostrar que frente al bloque destituyente y su deriva de deconstrucción subrepticia de la soberanía hay lugar para la confianza en una salida distinta. Una opción sólida, sensata, centrada y lista para, cuando las circunstancias permitan armar una mayoría, renovar el pacto de convivencia y abordar las reformas precisas sin conducir al país a la convulsión crítica de un cambio de paradigma.

La alocución de hoy -y el posterior debate con un Sánchez de colmillo parlamentario revirado- será para el político gallego el segundo examen de liderazgo. El primero, el de julio, lo aprobó en términos numéricos pero a efectos reales devino en fracaso: no consiguió plaza, como los opositores a funcionario. Esta prueba es de carácter moral, simbólico si se quiere, y la van a juzgar los ciudadanos, no los diputados. No tiene margen para otro gatillazo porque hay medio país frustrado y alarmado que necesita levantar su estado de ánimo. En su propio partido reina un clima de incertidumbre y desasosiego susceptible de aflorar ambiciones y/o recelos. A nadie se le escapa que Ayuso y Aznar fueron más aplaudidos en el multitudinario mitin madrileño; es obvio que sus intervenciones tuvieron más garra, más nervio, y detalles como ése plantean un riesgo de prematuros movimientos internos. Como Sánchez tiene muchas probabilidades de volver a gobernar, la alternativa requiere antes que nada tiempo. Tiempo para asentarse, tiempo para encontrar tono, tiempo para ganar tiempo. Eso es un bien escaso en esta política impaciente, volátil, implacable con los esfuerzos lentos. A Feijóo se le va a exigir hoy que al menos ofrezca motivos para concedérselo: pulso, convicción, tino en los planteamientos. Sintonía con los españoles preocupados por la inminencia de un desafuero. No se le va a pedir que lo evite, pero sí que demuestre poseer un remedio.